Minari

Crítica de Matías Asenjo - Sin Intervalos

En un terreno austero como fue el 2020 para el cine, MINARI sembró pura y exquisita belleza.

La familia Yi, es una pareja de inmigrantes coreanos con hijos nacidos en Estados Unidos, que se mudan a un nuevo estado a principios de los años 80. El sueño del padre es instalarse como granjero mientras que la madre preferiría vivir en una ciudad. Entre conflictos, la dinámica familiar cambiará por completo con la llegada de la abuela de los niños que traerá nuevos viejos aires suavizando la innegable resistencia de la familia a formar lo que realmente hace un hogar.

Minari es una típica planta coreana capaz de adaptarse a los ambientes más austeros. Es clara la metáfora que nos presenta aquí Lee Isaac Chung, su director, quien escribió esta historia inspirada en su propia infancia. Esta familia es trasplantada a un nuevo terreno. Pero esta especial y prolífera planta también es cotidiana. Como es cotidiano el desarraigo de muchas personas. Y esta primera capa es la que nos habla sobre la inmigración en US, y una segunda nos habla sobre reconocer nuestras raíces, nuestra identidad. Pero en el corazón de esta película nos encontramos que por sobre todo habla de la familia. La individualidad de cada miembro aparece cuando están juntos, sin embargo, cuando están fuera son vistos como una misma cosa. Con sus conflictos como creencias religiosas, brechas generacionales y por supuesto el choque de culturas, pero también con sus deseos contrapuestos y frustraciones con los que cualquiera puede empatizar.

Los mensajes que manifiesta la cinta no se limitan sólo al título de la misma. También los hallamos en formas más sutiles. Desde la dificultad que tiene cada integrante al entrar a la casa, hasta el meticuloso trabajo idiomático en donde la mezcla de lenguas nos cuenta la lucha cultural de cada miembro. Capas en la que deberemos, nosotros los espectadores hurgar.

El cariño con que está realizado el film puede palparse. Todos los elementos confluyen simbióticamente a la perfección sin destacar uno sobre otro: un inteligente guion que evita los lugares comunes, una música que se manifiesta como si fuesen postales que quedarán grabadas en la memoria de esta familia, una delicada fotografía y certeras actuaciones. Todo fluye acompañando este relato nostálgico y de ensueño mezclado con el naturalismo que implica la realidad que afrontan aportando un sello sutilmente único.

A24 sigue colocándose como uno de los bastiones del buen cine de estos últimos años con esta coproducción Estados Unidos-Corea. MINARI nos ofrece sencillamente una masterclass de relato cinematográfico.

Se estrenó en 2020 y sembró belleza. Llega a nosotros este 2021 cosechando premios y nominaciones.

Por Matías Asenjo