Milla 22

Crítica de Alejandro Franco - Arlequin

Si hay algo – o alguien – que casi aniquila los méritos de Milla 22, es Mark Wahlberg. Honestamente, no sé como es que consigue laburo. No tiene carisma, es petiso, no es siquiera un buen actor. El drama es que acá quisieron darle profundidad a su papel y le pusieron un desorden mental – no sabemos si es hiperactivo, esquizofrénico o bipolar -, y el tipo es detestable interpretándolo. Porque Marky Mark es una máquina de hablar bobadas y agredir a los tipos con los que trabaja, y no puede cerrar la maldita boca ni aún encubierto. Es un papel que haría dormido Vince Vaughn en sus viejas épocas (ahora no, que se está reinventando como actor serio), una maquina de disparar groserías que es tan gracioso como pasarle las uñas a un pizarrón. Honestamente, es el peor héroe que pudieron haber encontrado.

Porque, salvando a Wahlberg, el resto de Milla 22 funciona muy bien. Es una especie de Misión Imposible de segunda mano, con equipo ultrasecreto llamado para misiones super peligrosas en donde el mundo está a punto de irse al diablo. Al principio tenemos una misión corta y super sangrienta que funciona como teaser (y muestra la eficiencia del equipo), y después saltamos al trama central, ubicada en una versión ficticia de Indonesia. Iko Uwais es un ex agente del gobierno local que tiene datos secretos sobre la localización de cinco paquetes con polvo radiactivo, capaces de aniquilar ciudades enteras como si fuera bombas atómicas sucias (no explotan, matan por contaminación). La condición de Iko es obtener el asilo en EE.UU, y a cambio de eso le dará a los agentes de inteligencia la clave para desencriptar un disco duro donde figuran los lugares donde están los cinco paquetes. El drama es 1) que los seudo Indonesios no quieren dejarlo salir del país y 2) hay un equipo secreto ruso monitoreando todo el operativo de escapatoria. Porque los tipos tienen que recorrer con Uwais las 22 millas infernales del título, que es la distancia entre la embajada americana y el aeropuerto donde, para colmo, el avión para la fuga solo puede estar estacionado no mas de diez minutos. Y el reloj corre… y los ejércitos de sicarios también.

Las persecuciones en auto y las balaceras son una delicia, y el director Peter Berg sabe de lo que habla. Apostando a la calificación R (para adultos de 18 años), el tipo no escatima gore, en especial cuando Iko Uwais – tomando nota de sus épocas con Gareth Edwards y la saga de The Raid – bajaba monos a manos limpia y de la peor manera posible. Los operativos estadounidenses están ok, pero Uwais encandila cuando le llega el turno. Lástima que el estúpido de Wahlberg tiene que abrir la bocota para decir una estupidez tras otra.

Como película de acción, Milla 22 es mas que potable. La secuencia en donde se refugian en un edificio de departamentos y deben salir a sangre y fuego es muy buena. Si hay peros – aparte de un Wahlberg pasado de rosca – es que Ronda Rousey está de adorno y no muestra sus talentos físicos. Y la otra es que el final anticipa una secuela… la que puede aparecer aún cuando apenas recaudó menos de 70 palos verdes (una miseria!) y solo costó 35. John Wick tuvo un comienzo similar, pero ahí el talento rebosaba por los cuatro costados y se volvió un ítem caliente en los videoclubes. Dudo que Milla 22 se convierta un objeto de culto como John Wick, pero no me desagradaría ver la secuela, al menos para que me termine de cerrar una parte (o toda) la historia.