Milagros del cielo

Crítica de Horacio Bilbao - Clarín

Para creer que la vida es bella

Por la fidelidad de la historia y la profundidad de los personajes se convierte en un drama poderoso.

Contra los prejuicios propios, contra la posibilidad de creer o no, Milagros del cielo es una película firme, que sale indemne de cualquier dictamen malicioso precisamente porque no esconde nada.

Cuenta, retrata, ambienta y refleja la historia de una familia texana muy creyente, los Beam, atenida a un caso real que es libro y película, el de Anna, una niña con una enfermedad mortal cuyo destino cambia cuando sufre un accidente. (El título del filme ya adelanta el desenlace, y puede permitírselo porque la vida interior de la película es superadora del desenlace).

Sin duda, a Patricia Riggen, la directora, que insiste con esto de adaptar “historias verdaderas”, le sientan mejor los climas familiares sobre aquellas tramas que merecen ciertas lecturas políticas o sociales, como Los 33, su película sobre los mineros chilenos. Aquí, más allá de las diferencias sociales, de los temas religiosos que circundan a Milagros..., domina un drama familiar profundo. Y se apoya en grandes actuaciones como la de Jennifer Garner, en el papel de Christy Beam, una madre devota cuyo mundo tambalea cuando su hija Anna (la sorprendente Kylie Rogers) se enferma.

Libra múltiples batalla Christy, por la salud de su hija y las debilidades del sistema de salud, por sus creencias, por su vínculos con la comunidad. Y anima una trama desgarradora que trata de evitar los golpes bajos, y que va construyendo personajes adorables, como el médico que termina tratando a Anne, una perspectiva proclive a la empatía. Es cierto, tal vez resulte redundante el paseo por los hallazgos de buena gente al que recurre la película, pero termina siendo un buen ejercicio. De autoayuda casi.

También es un clásico del cine y de las religiones recurrir a la sabiduría científica para darle vueltas a un misterio. “Sólo hay dos formas de vivir tu vida. Una es como si nada fuera un milagro. La otra es como si todo fuera un milagro”, dicen citando a Albert Einstein. Por más bien contada que esté, una historia con mensaje o moraleja suele ser un fracaso cantado, pero aquí, “milagrosamente”, funciona.