Mil veces buenas noches

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Mostrar o no mostrar

Mil veces buenas noches, del director noruego Erik Poppe, expone el dilema que atraviesa su protagonista, Rebecca (Juliette Binoche), fotógrafa de guerra, entre el deber ser y el ser. Las fotos que ella entrega y por las que pone en riesgo su propio pellejo conforman un testimonio clave para que el mundo tome contacto con realidades y miserias de las que muchas veces no se tiene información por el juego de intereses políticos que opera en cada rincón del planeta.

Tal vez con el antecedente de haber sido fotógrafo, Erik Poppe logra plasmar en un crudo relato el drama personal de Rebecca y de su entorno familiar, en base a las decisiones personales en detrimento de la estabilidad familiar. Por momentos queda evidenciado que entre la profesión y la vida mundana no hay matrimonio posible y que, en todo caso, ser fotógrafo de guerra implica necesariamente la soledad si es que se pretende un equilibrio emocional, capaz de no interferir con el profesionalismo requerido para este tipo de actividad.

La observación del realizador noruego es directa con los hechos que retrata, busca el más pleno realismo en las imágenes para mover los resortes emocionales pero siempre desde el lado del drama, tanto interno como externo. En la intimidad de Rebecca no funciona el contacto con sus hijas y tampoco con su marido (Nikolaj Coster-Waldau), aunque puertas afuera encuentra su lugar y sentido al aceptar misiones peligrosas en las que las mujeres también protagonizan acciones terroristas.

Mostrar o no mostrar, ese parece el dilema de Mil veces buenas noches, un film que sin apelar a ningún golpe bajo logra salir airoso al reflejar con un tono realista y cierto sentimentalismo la difícil tarea de retratar lo peor de la humanidad, a pesar de no esquivar los lugares comunes.