Miedo profundo

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Sí señor. Jaume Colet-Serra lo hizo de nuevo. Si en “Non-Stop” la adrenalina trascendía la pantalla a partir de la desesperación de los tripulantes de un vuelo a miles de metros de altura, y en “La huérfana” reinventaba el terror con esa niña/adulta que acosaba a una familia, en “Miedo Profundo” (USA, 2016), su última producción, protagonizada por Blake Lively, recupera la tensión del subgénero de terror “acuático”.
Este tipo de cine, que supo encontrar en “Jaws” y “Piraña” sus máximos puntos, acá se potencian en un filme sintético y sólido, concreto, sobre una mujer que queda a la deriva sin poder recuperar rápidamente su libertad e integridad y a merced de un gigantesco tiburón asesino.
Nancy (Lively) quiere ir a una paradisíaca isla de México, de la que no conoce su nombre, pero en la que espera poder recuperar una parte de ella que, en ese lugar, según su madre, fallecida recientemente, ha quedado y que le supo transmitir con fotografías y con palabras sobre la paz que la acompañó durante el embarazo.
Un lugareño (estereotipadísimo Óscar Jaenada) la alcanza a la playa, y le advierte sobre la importancia de regresar antes que sea muy tarde, para evitar, así, que la marea le imposibilite su vuelta o que algún otro peligro la amenace.
Nancy se enamora rápidamente del paisaje y se calza su traje para surfear, y Colet-Serra la registra y la captura en esencia, porque sabe que ella, en esta nueva incursión cinematográfica tras “El secreto de Adaline”, es la protagonista ideal para su historia de supervivencia y lucha, además de prestar su belleza indiscutible, necesaria también para ubicarla como objeto de deseo.
Al poco tiempo de estar en la playa, dos jóvenes, también surfistas, comparten las olas y las barrenadas en ese oasis natural, y pirueta va y pirueta viene, el tiempo pasa por lo que deciden regresar a la playa y volver al pueblo, menos Nancy, que desea hacer un último intento en la cresta de una inmensa ola para cerrar un día de enorme alegría y esfuerzo.
Pero mientras los jóvenes se retiran, un inmenso tiburón la ataca y, sin poder regresar o advertir de alguna manera a sus compañeros de hobby, deberá comenzar a urdir un plan para poder, de alguna manera, salir ilesa a la siniestra y retorcida persecución que el animal hará.
“Miedo Profundo” actualiza el terror acuático, subgénero que supo lograr filmes de una tensión increíble, y que en esta ocasión son superados con la habilidad de Colet-Serra para potenciar escenas y situaciones con la última tecnología y planos arriba y debajo del mar que generan un efecto hermético para la narración.
Algunas decisiones estéticas y visuales, como así también una precisa musicalización, reforzada desde la subjetividad de la toma de punto narrativo y el cambio de éste, no solo con la mirada de la protagonista, hacen que el largometraje pueda subsanar algunas decisiones erradas hacia el final de la historia, que quizás ridiculizan el complejo discurso que se fue fortaleciendo con la honestidad de la puesta que el director hace y la actuación de Lively.
La incorporación de la tecnología en el relato (redes sociales simil instagram o whatsapp para modernizar la pantalla), como también la multiplicación de planos detalles de la actriz y del agua, suman tensión a la historia de “Miedo Profundo”, un trepidante thriller que toma de clásicos similares algunos puntos, y reversiona otros (si en “Naufrago” Tom Hanks tenía a Wilson como compañero, acá Lively tiene a una gaviota llamada “Steven Seagal” como el actor –seagull en inglés es gaviota-) para poder construir una de las historias más atrapantes del año, bien facturada, filmada con solvencia y actuada con más de lo necesario, sin exagerar, para que la verosimilitud se consiga y supere la anécdota de la joven que lucha con un tiburón hasta las últimas consecuencias.