Miedo profundo

Crítica de María Fernanda Mugica - La Nación

La surfista y el tiburón

Las películas que se concentran en mostrar cómo una persona intenta sobrevivir en una situación de peligro extremo ofrecen un placer sadomasoquista o son para aquellos que quieren ver en el cine la prueba de la fortaleza y determinación del ser humano. Miedo profundo cumple con ambos tipos de espectadores, con un relato sin mayores pretensiones ni logros.

La primera vez que vemos a Nancy (Blake Lively) está yendo a surfear a una playa mexicana secreta, en una camioneta manejada por un lugareño. En esa escena y en otra que sucede luego, la conversación y el uso de un teléfono funcionan como mecanismos para darle al espectador gran parte de la información necesaria para entender qué hace esta chica norteamericana en ese lugar. Es como un trámite por el que hay que pasar antes de que empiece la acción. Luego vendrán escenas de estética publicitaria, dedicadas a mostrar la belleza de la playa y de la actriz, que no aportan demasiado a la narración. Cuando, por fin, aparece el tiburón que arruinará el día de playa de Nancy, la película sale del letargo y empieza a ser un juego de suspenso bastante ingenioso y entretenido. Distintos objetivos inmediatos van apareciendo en el camino de la protagonista, como pasos a seguir hacia la meta final: sobrevivir.

El director Jaume Collet-Serra (Non-stop: sin escalas) sale del molde publicitario después de esa primera parte del film y, al sumergirse en la lucha de Nancy contra el tiburón, sabe cómo aprovechar los pocos elementos de la historia para construir un clima de peligro constante y mantener los nervios del espectador alterados hasta el final.