Miedo profundo

Crítica de Enrique D. Fernández - A Sala Llena

La bella y la bestia.

A diferencia de aquellos cineastas que promulgan el sometimiento a los productores encargados de supervisar el rendimiento comercial del mainstream, el emprendedor Jaume Collet-Serra construyó un conjunto de películas que defienden la reputación del género y lo consolidan como uno de los directores más notorios del presente. Descartando la solicitada Gol 2: Viviendo el Sueño, cada procedimiento de Collet-Serra comprende el reglamento conveniente para solventar el entramado narrativo, además de difundir los elementos que respetan el esteticismo americano (tomemos como ejemplo las relecturas del misterio en Desconocido o Non-Stop: Sin Escalas, conectando con trabajos desde Hitchcock hasta De Palma, e incluso el Polanski de Búsqueda Frenética).

Después de cargarse las interesantes La Casa de Cera, La Huérfana, y una excelente trilogía de thrillers junto a Liam Neeson, el catalán nos presenta Miedo Profundo, un regreso a las cintas clase B de antaño. La historia acompaña a Nancy Adams (Blake Lively), una estudiante de medicina texana que, durante unas vacaciones, decide practicar surfing en una playa mexicana que se encuentra apartada. El inminente encuentro con un tiburón blanco que la ataca, dejará al personaje de Lively incapacitada para regresar a la orilla, manteniendo un enfrentamiento entre ambos en la superficie de un arrecife. Los mecanismos narrativos de la película recurren a lo aventurero de sobrevivir en solitario para concentrar el suspenso y convencer a la audiencia, agregando distintos recursos visuales para decorar la atmósfera del proceso, detalles precisos para informar al espectador y un balance entre humor y realismo.

En Miedo Profundo Collet-Serra rememora el espíritu de los blockbusters que perseguían el sentimiento pochoclero (en esta oportunidad nos deleitamos con el sometimiento de una estadounidense con conocimientos de medicina, enfrentando la voracidad y la inteligencia de ese depredador tan bastardeado por las producciones de bajo presupuesto). Justamente las propuestas de Collet-Serra son pasatiempos elaborados que compensan la ausencia de experiencias gratificantes en la pantalla grande, y con Miedo Profundo simplemente retoma el subgénero de la supervivencia para relatarnos una historia sin demasiadas ambiciones. Tanto las instancias recreadas por el guionista Anthony Jaswinski para mantenernos intrigados, como el dinamismo que alimenta la cámara del director durante su casi hora y media de duración, convierten a la película en un salvavidas del género.

La estrategia del concepto funciona en su totalidad, comenzando como una secuencia publicitaria para transformar el escenario en un ambiente atractivo, pasando por el desarrollo de las diferentes cualidades del personaje principal (una tragedia como trasfondo para aportar el dramatismo necesario), y la consecuente distribución de adrenalina que se conserva hasta el desenlace. La conducta de Lively también es responsable de conseguir los resultados acertados, ya que su interpretación se condice con el carisma del personaje y mantiene un protagonismo desprovisto de banalidades que abochornen al público femenino. Podríamos considerar a Miedo Profundo como una de las favoritas hasta el momento de Collet-Serra, quien viene mejorando de producción en producción y sigue construyendo una filmografía sin interferencias.