Michelangelo Infinito

Crítica de Laura Pacheco Mora - CineFreaks

Grieta inquebrantable entre lo humano y lo divino.

Un hombre de talento excepcional, ambicioso, de personalidad pasional y desafiante, competidor, arrogante, celoso de su obra y envidiado. Gran conocedor de la anatomía humana, con el coraje necesario para “enfrentar a la piedra” y entregar su vida a ello… al que le gustaba ensuciarse las manos y se nutría de polvo de mármol mezclado con leche. Una obsesión casi sobrehumana, necesitaba demostrar de lo que era capaz.

Michelangelo Infinito (2018), es un retrato (biopic con dramatización) del genio del Renacimiento, interpretado por Enrico Lo Verso. Un artista que supo desplegar su talento desde pequeño; gracias a su padre, quién lo descubre realizando bosquejos en papel y paredes, Michelangelo Buonarotti comenzó su aprendizaje sobre el admirable y valiente arte de la pintura en el taller de Domenico Ghirlandaio. Sin embargo, el fuerte de Miguel Ángel sería el cincel; a los 13 años comenzó su camino de enfrentamiento con la piedra, dando su toque Michelangelo Infinito: Grieta inquebrantable entre lo humano y lo divino 3distintivo y, por primera vez en la historia de la escultura, transformando un trozo de mármol en una obra eterna a la edad de 24 años, lo que cambió su rumbo y sus trazos, ya que experimentó el poder del arte con sus ambiciosas manos. Esta película, filmada con las tecnologías más avanzadas, rescata la principal producción escultórica y pictórica de Michelangelo, mostrando sus obras maestras más famosas: La bóveda de la Capilla Sixtina, La Piedad, El David, El Moisés, El Juicio Final y La Cúpula de San Pedro entre otras.

Ivano Marescotti interpreta a Giorgio Vasari (quien tuvo la fortuna de conocer a Michelangelo) y es el encargado de describir la obra del artista. El director Emanuele Imbucci -quién además participa del guion- logra retratar su obra con dinamismo, consiguiendo un resultado acertado, puesto que transmite la majestuosidad y perfección de sus esculturas y pinturas con movimiento, dejando de lado lo estático y aburrido que, por lo general, caracteriza a este tipo de biopics y aleja a quiénes estén interesados en conocer a un artista como Miguel Ángel. La fotografía juega un papel importante, puesto que se vale de imágenes de excelente calidad, la iluminación realza aspectos, expresiones y hasta momentos sobre todo de las esculturas; por otra parte, son muy bien acompañadas por la música que fluctúa según la obra que se presente. El recurso del reflejo de sus creaciones en el agua resulta atractivo y poético. Miguel Ángel se encuentra en una locación de paredes blancas, lo que lo conecta con lo celestial, la iglesia, Roma y el más allá, quizás, y funciona como colosal contraste cuando combina sus cuadros de estridentes colores.

“Malditas estas manos… maldito el paso del tiempo, maldita esta soledad y maldito tú, Mármol. Que no quede nada de lo que he hecho, porque lo que he hecho no es suficiente. Maldito yo mismo, porque quise ser como Dios, por intentar crear vida, en lugar de vivir verdaderamente la mía”… (Michelangelo)