Michael Kohlhaas

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

A falta de acción, muy buen elenco y estética exquisita

Kohlhaas es un pequeño ganadero allá por el siglo XVI. Un prepotente le quita dos hermosos caballos, él reclama, y empiezan sus males. La historia es tan vieja como la injusticia y tan actual como la vida misma. Rob Roy en Escocia, Juan Moreira en nuestras pampas, el mundo está lleno de casos similares: gente de trabajo que se vuelve mala cuando los representantes de la ley se ponen de parte del que roba, y hasta le matan a un ser querido. Ahí surgen el odio y la venganza desmedida, la justicia por mano propia, el gaucho que retrata José Hernández, "que padre y marido ha sido/ empeñoso y diligente,/ y sin embargo la gente/ lo tiene por un bandido". Cuando esto llega a mayores, los gobernantes hacen promesas de perdón y resarcimiento que luego traicionan. Así gira la rueda desde siempre.

Heinrich von Kleist escribió "Michael Kohlhaas" en 1810, ambientándola en tiempos de la Reforma Protestante, pero sembrando de paso algunas indirectas sobre cosas que se estaban viviendo bajo la ocupación napoleónica. En todo caso, la reflexión más interesante tiene que ver con una cuestión de proporciones. ¿Cuál es la exacta aplicación de la justicia? ¿Y hasta qué punto sacrificarse y extremar los riesgos por una cuestión de principios? Kohlhaas debe ser recompensado, pero también debe pagar las consecuencias de su acción, quizás a un precio demasiado alto.

De esta novela se han hecho varias versiones, y hasta un western, "The Jack Bull", que acá se conoció sólo en VHS. La mejor es "Michael Kohlhaas. Der Rebell" (aquí, "El rebelde justiciero"), del gran Volker Schlondorff, 1969, que enhebra las manifestaciones callejeras de ese mismo año con el espíritu contestatario de los novelistas románticos y la puesta al día de la moral protestante. El paso siguiente de Schlondorff sería "La repentina riqueza de los pobres de Kombach", sobre el caso real de unos muertos de hambre que asaltaron el coche de un gran duque, a comienzos del XIX.

La versión que ahora vemos, de Arnaud des Pallieres, tiene méritos superiores de ambientación, vestuario y fotografía (aunque el director pregone un supuesto desinterés por esos detalles), y es harto exquisita en materia de paisajes, contraluces y locaciones, mayormente ubicadas en montes y castillos de las Cevennes. El elenco es destacable: el danés de moda Mads Mikkelsen versus Bruno Ganz, con Denis Lavant, Sergi López (hablando en catalán) y otras figuras destacadas en el reparto. Pero la adaptación ignora planteos religiosos esenciales de la época, y, peor aún, reglas del entretenimiento que deberían cumplirse religiosamente. Se hace lenta, y tiene menos acción de la esperada.