Mia madre

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

¿Y ahora adónde vamos?

Nos es fácil abordar desde la visión cualquier nueva película del director italiano Nanni Moretti, la incertidumbre sobre cual estética o estructura narrativa va utilizar hace que nos preparemos para la sorpresa. No ocurre desde el análisis posterior, pues su sencillez de formas es inversamente proporcional a la profundidad de sus contenidos.

Su cine puede circular desde la más enérgica sátira, o parodia, haciendo núcleo allí mismo, para ejemplo vale “¡Habemus Papa!” (2011), “Caro diario” (1993) o en el drama sostenido desde un clasicismo narrativo como “La habitación del hijo” (2001), dejando al relato en si mismo como lo central de la producción.

En esta ocasión la sorpresa viene de la mano del cambio, o de la conjugación de ambas formas utilizadas anteriormente por el realizador. Entonces nos enfrentamos a una casi comedia dramática, en la que el director utiliza el humor, la acidez que lo caracteriza, para restarle el peso trágico inherente al texto.

No es el único cambio que se observa, también la utilización de un alter ego y el procurarse un rol secundario en pantalla, lo que es sorpresivo ya que su rol juega de sostén y no de contrapunto.

El filme se constituye en un amoroso homenaje a su madre, a las madres, ya que la mirada impuesta la mantiene es ese espacio y en ese rol de contenedora de sus hijos, situación que nunca queda desdibujada en la narración.

Alternando esta historia del proceso inexorable en la enfermedad de la madre con la progresión de Margherita (Margherita Buy), una directora de cine políticamente comprometida (el alter ego de Nanni Moretti nombrado), quien se encuentra en pleno proceso de filmación.

Es en esta trama paralela, pues, lo interesante, en como la conjugación de ambas, sobre todo desde el montaje, hace que no haya una subtrama sino una equiparación en la importancia de ambas, sea utilizada para los momentos de mayor comicidad del texto, empleando para ello la ironía como andamiaje principal, y a John Turturro como la herramienta mejor seleccionada para lograrlo, componiendo de manera brillante a una estrella italo-norteamericana de muy poco talento y muy mal carácter.

Es aquí donde el discurso de ambas se va cruzando a partir de la incertidumbre de un futuro inseguro por momentos, dudoso en otros.

La pregunta ¿y ahora adónde vamos?, ¿cómo seguiremos?, se plantea en ambos relatos, tanto desde la perdida de ese lugar de refugio que un hijo siempre ve en la madre, como en que hago con este actor. ¿Cómo continuara nuestra vida? ¿Podré terminar de realizar el filme? Preguntas que circulan constantemente como en un espiral dialéctico

Una realización divertida, sensible, triste y enternecedora, entrecruzando realidad y fantasía, mentiras verdaderas, el cine como una ficción que es real.

En esos dos universos circula Margherita y el filme propiamente dicho, su hermano Giovanni (Nanni Moretti) es quien se hace cargo mayormente del cuidado de la progenitora de ambos, la representación de esa sorprendente madre que se va despidiendo de a poco.

El entorno y el escenario, invención y realidad, el hospital como set, el set como la vida misma, en una verdadera reflexión sobre los afectos, la profesión, las pérdidas, los duelos, y el irremediable pasó del tiempo.