Mia madre

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Diálogos íntimos: gran debut de "Mia madre"
El realizador italiano Nanni Moretti desnuda los sentimientos familiares en su nuevo filme.

Corren los minutos y las horas en la filmación, tiempo precioso para lograr la película que dirige Margherita (Margherita Buy). Ella dedica todo su esfuerzo al cine con compromiso social y asume el relato del cierre de una fábrica y la resistencia de los operarios. También corren los minutos para Ada, la madre de la directora de cine y Giovanni (Nanni Moretti), internada con pronóstico desalentador.Moretti reconstruye la intimidad del vínculo entre las mujeres de la familia. Ada, Margherita y Livia (Beatrice Mancini), la hija adolescente de Margherita se revelan durante ese tramo de vida que transitan inesperadamente, con el acompañamiento de Giovanni, que se dedica al cuidado de la madre y comprende a su hermana artista.

La filmación como el territorio donde Margherita tiene el control es el reflejo del cambio doloroso que experimenta la mujer que se desconoce a sí misma frente a la enfermedad de su madre. Elige planos, da indicaciones y comienza a despegar de ese espacio seguro, obsesiva y distraída a la vez, mientras indaga en la relación con Ada.

Mia madre es una película potente, emotiva, que plantea las cuestiones en tono reservado, como si Moretti contara la historia a sus conocidos de siempre.La cámara logra las escenas del cine dentro del cine, en las que se luce John Turturro. El actor es el intérprete americano que Margherita busca para completar el círculo del desastre económico y laboral de la fábrica. Turturro ofrece su talento de comediante, hablando el italiano de manual mezclado con su inglés, como si se moviera dentro de una película que jamás comprenderá. Es estupenda la breve escena del baile, pensada para el gringo en rodeo ajeno.El set de filmación varía según la escena, mientras la cama del hospital es el espacio de la madre que siente la ansiedad de volver a su casa. En medio de los dos registros, Margherita recuerda imágenes de su madre antes de la internación, las descubre y captura. La orden que indica el comienzo de la acción frente a cámara suena cada vez más débil e insegura. La mujer cumple los pasos del aprendizaje como la adulta que de repente revisa vínculos y afectos, prioridades y certezas.

La riqueza de la película está en el encuentro entre Margherita Guy y Giulia Lazzarini, en el rol de la madre sabia y mansa. También la escena de la lección de latín con la nieta es el sello de Moretti, por la capacidad del director para describir con sencillez y sin golpes bajos, la complejidad de esa relación, seguida de cerca por Margherita.En la tarea de descubrimiento cobra nuevo sentido la idea de un cine presente, que entiende la realidad, convicción que va diluyendo su importancia a medida que los tiempos de la madre se acortan. "Que el actor esté al lado del personaje", dice la directora en el set a sus actores, palabras de Moretti al espectador. Como actor también colabora para que las actrices se luzcan. Lo hace desde adentro de la escena en la que dosifica palabras y gestos.Hacer sentir importantes a los demás, porque en realidad lo son, es uno de los comentarios que calan hondo en la película que se disfruta por el modo en que Moretti desnuda los sentimientos más íntimos, entre hermanos, de madre a hijos. Lamentablemente la copia subtitulada omite parte de la traducción de un guion en el que cada palabra es necesaria. Ojalá se subsane el problema, por respeto al público interesado en la filmografía de Moretti.