Mi villano favorito 3

Crítica de Guillo Teg - El rincón del cinéfilo

Después de lo que “Mininos” (2015) hizo en la taquilla mundial no debe sorprender una nueva entrega de la franquicia que le dio origen. En la Argentina es la película más vista en la historia de la boletería, o al menos desde 1997 cuando apareció la nueva forma de contabilizar las entradas. “Mi villano favorito 3” es, entonces, una nueva entrega de todo este universo.
Desde la primera en adelante los guiones no hicieron otra cosa que ocuparse de hacer reír con un humor absolutamente físico. Piñas, cuetes, sopapos, explosiones, caídas, porrazos, son los caballitos de batalla a los que se suma una gestualidad propia de algunos elementos teatrales, como la máscara neutra y el clown. Hacer reír con estas herramientas es el propósito casi exclusivo de la saga pero, claro, tiene que haber una historia justificativa porque no se puede sostener esa propuesta por sí sola durante cien minutos.
En los estudios Illumination el chiste está por encima de todo, razón por la cual se diferencia, en cuanto a contenido y profundidad, de los estudios Pixar (hay un gag con dos peces muy parecidos a Merlín y Nemo).
En la primera (2010), Gru (Steve Carell, doblado por Andrés Bustamante) es un súper-villano-orgulloso-de-serlo que quiere hacer una de esas trastadas de gente muy, muy mala, como muestra de superioridad, incluso hacia su madre. Es acompañado por estos supositorios amarillos ya conocidos como Minions. Al descubrir a tres huérfanas que ablandan su corazón, el malo aprende a ser bueno.
En la segunda parte (2013), conoce a Lucy (Kristen Wiig doblada por Andrea Legarreta) como antagonista, pero se sabe cómo termina esto, así que la familia se agranda. ¡Ah! es acompañado por las grageas amarillas conocidas como Mininos, que ya amagan con tener mayor presencia que los protagonistas porque, hay que decirlo, son muy graciosos.
En “Mi villano favorito 3”, Gru y Lucy pierden su trabajo como agentes del bien al perderse el primero de capturar a Baltazar Brat (Trey Parker doblado por Jay de la Cueva). Este villano, mezcla de Michael Jackson con Lionel Richie, es lejos lo mejor de esta tercera parte. Protagonista de chico en una serie de TV Hollywood, le corta la carrera al crecer su acné. Ahora quiere hacer pedazos a la industria que lo puso en las luminarias y luego le dio la espalda. Sabemos que el contenido no es el fuerte, de modo que todo quedará en eso, en la anécdota que construye al villano. En el ínterin Gru recibe el llamado de su hermano gemelo Dru (mismo actor y doblajista del primero), cuya existencia ignoraba. Vuelve a aparecer la madre así que la familia se agranda más aún, y es acompañada por los tampones amarillos llamados Mininos, que en los tres casos de “Mi villano favorito” tienen un guión aparte. Pasaron de sub producto a producto principal a fuerza de carcajadas, o sea tienen que estar. Ahora, nobleza obliga, si quitamos estos personajes de los tres guiones la historia se cuenta igual.
No hay argumentación más que la de formar una familia y aceptar a todos los miembros; pero no es una base sólida como para dar lugar a emociones ni nada. Hay tantos gags como referencias al cine, la tele, y la música de la década del ochenta. Desde imágenes a lo lejos a famosas muletillas como la que espeta Baltazar. “Adoro cuando un plan se concreta”, célebre frase acuñada por George Peppard en la serie “Brigada A”. El mismo personaje ataca con un Cubo Mágico o con un mini-moog que arroja compases de “Dinero por nada”, de Dire Straits, en forma de ondas sonoras expansivas que lo dejan a uno desnudo, asalta un barco con chicle y los pasos de “Bad”, de Michael Jackson, o arma una pelea de pasos de baile contra Gru al son de “Into the Groove” de Madonna. Más ochentoso, échele Soda Stéreo.
Estamos frente a una máquina de escupir billetes (“Minions 2” está anunciada para 2020) a la cual se puede atribuir la autoconciencia como forma honesta de sacar carcajadas, y su continuidad dependerá de que los millones de espectadores que la verán no terminen, como sucede con todo tipo de moda, aburriéndose con la misma fórmula.