Mi vecino es un espía

Crítica de Claudio D. Minghetti - La Nación

Un babysitter chino de la CIA

El infalible Jackie Chan enfrenta a agentes rusos y a tres niños de pesadilla

Un poco de Mi pobre angelito , mucho del humor estilo Mel Brooks ( Superagente 86 ) y para completar el talento popular de Jackie Chan para este tipo de comedias que sólo buscan el entretenimiento y la sonrisa de chicos y grandes. No se trata de un formato nuevo. Todo lo contrario. La lista incluye mejores (mucho mejores) y peores (mucho peores) propuestas. Ubicarse en un punto intermedio es todo un mérito de Mi vecino es un espía , dado que en la línea de producción hollywoodense cada vez más frecuente el humor chabacano, desagradable y lisa y llanamente idiota que, por suerte, aquí no aparecen.

Chan encarna a Bob Ho, un hombre inofensivo pero algo enigmático que para todo el mundo es un importador de lapiceras oriental, gentil pero algo torpe y sobre todo poco agraciado en su figura.

Apenas comienza la proyección el guión revela que ha convencido a su bonita vecina, divorciada y con tres pequeños hijos, todos muy inteligentes pero a la vez con bastantes mañas, de que sea su pareja. Ellos, como un coro infernal, se burlan de él toda vez que pueden. Lo que no imaginan es que en realidad este hombrecito con buenos modales y anteojos es, en verdad, un agente de la CIA acostumbrado a desarmar planes de malvados agentes rusos y terroristas con gadgets de todo tipo. Y la cosa se complica no sólo cada vez que suena su humilde beeper, sino en particular cuando el más brillante de los tres pequeños baja de la PC del padre postizo y a su iPod una clave muy importante para la seguridad mundial que confunde con la grabación pirata de un show musical en vivo. Además, la madre ha partido de viaje y él se ha quedado a cargo de todos ellos. "He derrocado a dictadores", les dice a sus colegas antes de despedirse de ellos, con la intención de hacerlo para siempre "¿Tres niños van a poder conmigo?", remata. A partir de ese instante comienza su carrera loca y a los saltos (en España se la estrenó como El gran canguro ).

Es preciso reconocer que los sketches se sustentan en la acción pero resultan efectivos. A decir verdad, todo es deliberadamente ridículo y las que sobresalen no son precisamente las correctas actuaciones de Chan (muy gracioso pero salvado por cinco dobles de cuerpo y efectos especiales a la hora de pegar saltos imposibles) ni de Amber Valetta ( Duplex, Hitch ), sino la de los niños, en especial la de Madeline Carroll, y la dirección de Brian Levan (autor de la memorable El regalo prometido ).