Mi último fracaso

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

Cecilia Kang es una joven coreana argentina (nacida acá de padres coreanos), que decide hacer un documental. Sobre una maestra de artes plásticas, sobre sus amigas, sobre las mujeres de sus familias. El relato fluye de manera natural retratando a las mujeres de esa comunidad, que vinieron a Argentina buscando o escapando de algo (de convencionalismos, quizás, de ideas preconcebidas por otros).
Expone así una mirada sobre la mujer desde su propio género. Temas como el amor, el dolor, el machismo, los lazos familiares, las pérdidas, pululan durante el metraje.

Hablada a veces en español, a veces en coreana, rodada en Argentina, pero también en algún momento en Corea, Kang entrega una película chiquita (incluso en tamaño, dura apenas una hora) y sencilla, que no pretende más que desnudar a una comunidad desde un costado intimista y con un tono simpático y, por momentos, algo melancólico.
A la larga, Mi último fracaso parece ser el resultado de una búsqueda personal, sin estructura, sin un plan pre armado, y por eso la narración del film fluye de manera natural pero también con cierta sensación de ir a la deriva, a donde lleve la marea.

Si bien la idea de hacer un documental sobre uno mismo puede sonar ególatra, lo cierto es que Mi último fracaso no se siente para nada como el resultado de algo marcado por el ego. Insisto, es una búsqueda personal, de la identidad que un@ encuentra a medida que termina de conocerse a sí misma y de dónde proviene. Kang pone en foco a un grupo de mujeres que son tan argentinas como coreanas, superponiendo nacionalidades y así, costumbres. Un choque cultural al que pertenece.
Un relato entretenido y simpático, sin grandes adornos y con un esquema fuera de las formas más convencionales, Mi último fracaso se revela como el retrato del mundo femenino que rodea a Kang, donde ha encontrado amigas, profesoras, inspiración, y al mismo tiempo expone la posibilidad de sentir que pertenece a dos lugares diferentes y lejanos que se conectan dentro de ella como uno solo. Ambas pueden convivir en armonía y complementarse la una a la otra.