Mi primera boda

Crítica de Daniel Celina - ZonaFreak

En ciertos avances del film pudimos ver a una Nati Oreiro desaliñada corriendo -motosierra en mano- a los gritos. Desde nuestra inocencia el asunto prometía. Diremos aquí que dicho momento ni siquiera forma parte de una escena. Se trata de un plano suelto, un trick vendetrailer. Aún así, compramos. Y el asunto siguió prometiendo. Y a la hora de la mesa dulce, la boda cumplió.

Mi Primera Boda podría dividirse en sketches, todos ligados a la situación central (Daniel Hendler pierde los anillos de compromiso media hora antes de la ceremonia y transcurre una hora y media diseñando estratagemas para recuperarlos) sin demasiada fuerza, pero la suficiente como para no dejar de entretenernos. Pues cada pequeña situación percute en la mayor, aumentando el delirio de Hendler y sus secuaces (incluído DeCaro y el Gente Sexy Clemente Cancela) y cebando el mal humor de Natalia Oreiro, que se hace cargo de la fiesta y de los invitados con la mejor sonrisa posible teniendo en cuenta que entre los invitados se cuentan su mamá escabiada (Solita Silveyra, muy bien) y su ex maestro de artes, un profesor hot de UBA, fisgón miserable nene de mamá que la juega de catedrático intelectual anarco-amatorio, interpretado de taquito -o sea, muy bien- por Imanol Arias.

Tal vez algunos chistes (no gags) no nos generen tanta simpatía como otros, pero lo incuestionable radica en que el grueso de la platea recibió con alegría la mayoría de los remates. Este humilde servidor se incluye. Si te causan gracia las agudas percepciones del absurdo cotidiano que vierte el primo de la novia tan solo levantando su ceja izquierda, ésta es tu comedia. Y si te causa gracia ver a Pepe Soriano haciendo de anciano que se pasa toda la película pidiendo porro, también lo es.

Para compensar la balanza, tenemos a un sacerdote (Mundstock), un rabino (Rabinovich) y un estupendo remisero (Ariel Pérez) que podrían hacer reír a los que no se rieron ni con el primer ejemplo ni con el segundo.

Incluso hay espacio para escenas verdaderamente sólidas, en las que novia y novio mantienen discusiones propicias para que las diferencias entre uno y otro afloren, al punto de poner en vilo el destino de estas dos almas inadecuadamente gemelas.

Todos lucen en sus roles, pero quien arranca las mayores sonrisas resulta ser el primo del novio, interpretado por Martín Piroyansky, inclusión que -junto con la tierna secuencia de créditos, el papelito asignado a María Alché y el chiste para entendidos sobre un film de Celina Murga (*)- será harto bienvenida por la Generación NBA (Nacional Buenos Aires).

Y por nosotros también, he dicho.
Porque ver a Nati Oreiro diciendo “Cogés mal” hace que la entrada se pague solita.