Mi papá es un gato

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

La vida desde otra piel

Tom Brand es un hombre exitoso, poderoso y millonario, pero la pobreza le aflora en su vínculo familiar y en la falta de valorización hacia sus afectos. Ahí sí que se le ven los bolsillos flacos. Se le nota al desvalorizar a David, su hijo mayor, que lo ayuda en su empresa de bienes raíces; al olvidarse del día de cumpleaños de Rebecca , su hija menor; y al no atender nunca los llamados de Lara (la eternamente bella Jennifer Garner). La obsesión de Tom (el siempre eficiente Kevin Spacey) es que el rascacielo que construye con su empresa sea el más alto de Estados Unidos. No le importa que no sea redituable y que se invierta millones para lograrlo, lo único que quiere es que todos digan que él logró esa meta. Hasta que un día deberá concurrir a la tienda de mascotas del excéntrico Félix Perkins (Christopher Walken), y ese momento será un hecho bisagra. Junto a Rebecca, Tom accederá a comprarle un gato largamente deseado para el 11º cumpleaños de su hija, pese a que él odia a los felinos y a todos los animales. Perkins le querrá dar una lección de vida y utilizará sus poderes mágicos para generarle un accidente que lo dejará en coma y a cambio lo hará vivir dentro de Michu, el gatito de Rebecca. El director Barry Sonnenfeld , que se destacó en “Hombres de negro” y “La familia Addams”, construye un relato lineal pero efectivo, con un mensaje que invita a pensar que hay más humanidad en un felino que en un hombre de carne y hueso. Los efectos digitales están muy logrados y le dan movimientos muy naturales a Michu, que puede volar de una punta a otra, caerse de una mesa, destapar un botellón para tomar whisky o volar desde el rascacielos más alto. La película entretiene, no es pretenciosa, y cumple su objetivo.