Mi papá es un gato

Crítica de María Paula Putrueli - Tiempo de Pochoclos

En lo que concierne a comedias familiares, se sabe que muchas veces los adultos pueden quedar afuera del disfrute, siendo el público infantil a quien se quiere llegar con efectividad, sin embargo muchas películas han sabido lograr el equilibrio justo para dejar contentos tanto a chicos como a grandes.
En el caso de "Mi papá es un gato" no lograr concretar ninguna de esas oportunidades, el film es muy aburrido y torpe para aquellos que ya han dejado la niñez y se vuelve demasiado riguroso y algo pedante en los temas que trata de abarcar, dejando a los pequeños fuera de la mayoría de los chistes que se plantean.

La historia trata sobre un padre claro (interpretado por Kevin Spacey, quien más allá de sus brillantes dotes actorales, nada puede hacer para salvar el film) un hombre que solo vive para su empresa, un obsesivo de su trabajo, queriendo lograr siempre más que los demás, tiene casi descuidada a su mujer , una Jennifer Garner, quien más allá de no dar del todo con el rol de esposa de Spacey, trata de sumar algo de credibilidad a una historia que no la tiene.
Este millonario ambicioso, Tom Grant, tiene una hija pequeña que lo idolatra (no está muy claro por qué) y un hijo ya adulto, de su primer matrimonio, quien trabaja con él y se somete a un destrato constante por parte de su padre.

Al llegar el cumpleaños de su hija menor, el cual por supuesto es olvidado por Tom, para remediar esa situación decide comprarle el tan deseado gato que su hija le viene pidiendo en cada cumpleaños.

Al llegar a la tienda de mascotas, el dueño de la misma, quien si no Christopher Walken (a quien ya habíamos visto en este papel de “redentor del protagonista“, en la película “Clik“ con Adam Sandler, solo que en esta ocasión, la oportunidad de recapacitar sobre su vida se le daba a través de un control remoto, el cual tenía la posibilidad de rebobinar o adelantar momentos de su vida). Retomando con este personaje, será Walken quien le venda un gato al papá en apuros, con una advertencia de no estar pendiente de su teléfono celular, advertencia que por supuesto Tom desecha.

En constante tensión con un empleado de la empresa que intenta vender la compañía, luego de una discusión y tras una accidente algo forzada, Tom se despertará ya en el cuerpo del gato, así pasará sus días tratando de que su familia lo reconozca, hará todo los destrozos correspondientes, tomará whisky, defecará en la cartera de su ex esposa, para finalmente caer en la obviedad de la lección aprendida.

Tal vez la única idea que pueda rescatarse del film, es una aproximación a un mundo laboral y económico, lleno de conflictos, presiones y gente que hará cualquier cosa por llegar más alto, temas que para un film de niños se encuentra tan fuera de lugar como Kevin Spacey en esta película.