Mi obra maestra

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

De la misma gente que produjo “El ciudadano ilustre” (2016), llega éste filme que se centra en el universo de los artistas plásticos, más que nada como un disparador para hablar conjuntamente de otros temas, siempre recurrentes en su filmografía.

En esta oportunidad la dupla de directores se separa para dejar en manos de Gastón Duprat la responsabilidad final como realizador, cumpliendo Mariano Cohn la función de productor y co-guionista junto a los hermanos Duprat, Andrés es el tercero que conforma desde la escritura este triunvirato de creativos.

La producción viene a confirmarlos como dueños de una estructura que manejan y conocen a la perfección, toda una marca registrada. Cambia de un arquitecto a un escritor, o ahora un pintor. Y si bien en las anteriores se podía respirar, oler el trabajo de investigación realizado en los universos en los que se sumergían, situación que se agradece desde el lugar del espectador, cumpliendo con una “máxima” de los realizadores cinematográficos, “filma lo que conoces”.

En este caso que no hizo falta, puews Andres Duprat es el director del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, por lo que se desprende, más que se supone, conoce el paño. El mundo del arte, de las galerías, de los creadores, de los mercaderes, de los críticos especializados, de los que consumen arte por snobismo puro, todo bajo una lupa cargada de sarcasmo.

En realidad el filme es un gran racconto, narrada por Arturo Silva (Guillermo Francella), un marchand, dueño de una galería de arte, que juega en el ámbito vernáculo, y sin mucho peso en el internacional, se presenta como un asesino. Él nos introduce en el mundo íntimo de Renzo Nervi (Luis Brandoni), un casi octogenario pintor que supo tener su momento de gloria hace 40 años. Sin embargo Arturo sigue apostando a que Renzo no termino de pintar la obra de su vida, por eso lo apoya. Pero el artista esta desencantado de la sociedad, no es sólo un inconformista, esta peleado con el mundo, como si se le debiese algo, hay una escena en un restaurante al respecto.

De estructura narrativamente clásica, con un primer tercio constituyendo a los personajes, un segundo tercio en el que se despliega el conflicto, simultáneamente se explican algunas situaciones que dan solidez a la verosimilitud, aunque por momento da la sensación de cierta morosidad, sobre todo en la repetición de conductas de los protagonistas que no agregan nada a lo anteriormente expuesto. Para llegar al cierre que se presenta como muy precipitado, con urgencia de cerrar el relato.

Se supone que la obra de un artista muerto cobra más valor, en el sentido amplio del término, al fallecer éste, como ejemplo clásico de esto Vincent Van Gogh, quien murió desquiciado y en la pobreza.

En ese desfilar de personajes secundarios aparece Andrea Frigerio en la piel de una vendedora de arte que juega en las ligas mayores, necesaria para desarrollar el relato, el español Raúl Arevalo como un alumno de Renzo, el último que le queda, quien cobra importancia en el ultimo tercio del filme, y Maria Soldi como la novia de Renzo, muy joven que no agrega nada importante a la historia.

Es en este punto que el guión utiliza algunos elementos o personajes con el sólo fin de distender con un gag o un chiste, pasa eso al principio con Alex, el alumno español, y es utilizada de igual manera la novia, a punto tal que su desaparición del relato no cobra ninguna importancia como tampoco lo tuvo su presencia, salvo para cerrar con un gag su participación.

En lo más alto de la producción se encuentra las actuaciones, tanto de la dupla protagónica, Francella volviendo a lo que más hizo, comedia, creando un personaje exitoso sin escrúpulos pero de buen corazón, querible y temerario. Brandoni en otro de esos que le caen de maravilla, el personaje que flirtea con el costumbrismo porteño, el intelectual creativo en postura apocalíptica frente al mundo que le toca transitar, pero que se lo muestra derrotado, en un descenso al infierno sin escala al que sólo le queda el partir como único objetivo.

Con ellos, los secundarios de muy buena performance, una muy buena composición de Andrea Frigerio y un destacado desempeño del español.

Dentro de los rubros técnicos y no tanto, la dirección de arte, específicamente la de fotografía, apoyan en todo momento al texto, sin embargo la vedette en estos rubros termina siendo la selección de las locaciones, muy acertadas.

Una comedia acida, que repite formula, pero que eso mismo no va en desmedro de las formas, ni de los contenidos.