Mi amiga del parque

Crítica de Flor Salto - Loco x el Cine

La maternidad. Una asignatura que no se enseña en ninguna escuela o universidad. Para una mujer, convertirse en madre es el acontecimiento más importante que pueda experimentar en su vida, porque el lazo que se forma entre ese ser que crece durante nueve meses dentro del vientre, no se destruirá jamás.

Tomando como punto de partida esta temática tan amplia, la directora Ana Katz construyó un relato que roza los límites de la comedia, el absurdo, el drama y hasta el suspenso. Liz (Julieta Zylberberg) es una joven que está transitando sola los primeros meses de esa aventura. Su pareja se encuentra trabajando a unos cuántos kilómetros del hogar y para ella todo es incertidumbre. No sabe muy bien qué es lo mejor para sí o para el bebé, sin embargo hace su mejor esfuerzo. Se siente algo frustrada y atormentada por el hecho de que no puede amamantar, y no quiero sonar redundante, pero esa es una cuestión que toda madre se toma muy a pecho.

A diario da un paseo por el parque; un cambio de aire en todo sentido, tanto para mamá como para Nicanor. En una de esas caminatas, conoce a Rosa (la mismísima Ana Katz), con quien entablará una suerte de amistad llena de preguntas sin responder. Está bien que la normalidad no la define nadie, pero digamos que su nueva amiga no es del todo cuerda, algo que Liz descubre desde el primer momento, cuando la “obliga” a abandonar un restaurante sin pagar la cuenta del almuerzo. A partir de ahí, todo será una sutil locura. Rosa involucrará a su hermana Renata (Maricel Álvarez) – sí, las hermanas “R”- y pretenderá que una pobre, insegura y confundida Liz haga algunas cosas que no tienen demasiado sentido. Mientras tanto, la maternidad de la primeriza sigue transcurriendo; Gustavo (Daniel Hendler) está lejos, Nicanor empieza a pasar cada vez más tiempo con su niñera… Caos. Así, tan de repente y sin aviso previo.

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Lo bueno de la película es que el espectador se siente igual de desorientado que la protagonista. No sabemos si lo que estamos pensando va a pasar o no, no sabemos si las decisiones que toma son las correctas. Lo que seguro sabemos es que no queremos ser ella. Todo lo que se insinúa y parece tomar un rumbo gravísimo termina siendo casi un juego de niños; algo que habla de lo retorcida que puede ser la mente del ser humano. Visualmente, el film es sencillo, pero el guión está muy bien pensado y las actuaciones logran transmitir lo que Ana se propuso con cada personaje. Buen mérito para su productora, directora, guionista y actriz.

La historia es tan enredada como lo pueden ser las inservibles opiniones aisladas de otras madres en el arenero de una plaza. Tan enredada como alimentar, entretener, asear y dormir a un bebé. Tan enredada como querer retomar un trabajo que abandonaste el mismo tiempo que la edad de tu hijo. Sí, es verdad, las mujeres solemos revolucionar bastante el mundo que nos rodea cuando nos sentimos abrumadas ante una situación. No es para menos. Y hasta quizás desatar el nudo del cordón sea un poco más simple de lo que aparenta. Nadie está calificado para juzgar el accionar de otro ante determinada situación, porque la historia personal de cada uno es única y tan propia como su ADN.

Lo que más destaco de esta obra es que venga de una mujer, ya que puede exteriorizar con más certeza qué podría preocuparnos y qué aliviarnos. Una propuesta interesante que expone algo muy realista en medio de la cantidad de ficciones que vemos. Nada alocado, nada que saldría en un noticiero, sino algo que te coloca en la posición de “Qué haría yo en los zapatos de Liz”.