Método Livingston

Crítica de Javier Luzi - Visión del cine

La segunda película de Sofía Mora (La hora de la siesta) es un documental de personaje que aprovecha la presencia de su protagonista para mostrar al mundo a Rodolfo Livingston, un arquitecto bien particular, dueño de un carisma e histrionismo encantadores. Se estrena tras su paso por el último Bafici donde recibió el Premio del Público.
Livingston fue un “niño bien” de Barrio Norte que abrazó en su juventud la causa de la Revolución Cubana y la sostiene hasta ahora, aunque los ideales no choquen con la posibilidad de, a través de su profesión, generar y ganar dinero. Su método, en resumidas cuentas, pone a la arquitectura al servicio del hombre, y no a la inversa, por lo que todos sus proyectos procuran obtener el mayor beneficio habitacional (comodidad, utilidad, etc.) y no el rédito monetario. Un método de trabajo que bien se puede aplicar a la vida.

A través de un seguimiento cotidiano (con sus clientes, con su esposa y su hijo pequeño en su casa, en las clases en la facultad, recibiendo reconocimientos), la directora consigue sin que se note la entrevista, pero sin ocultar el backstage (el ejemplo es el momento de azar que “une” al director de cámara con el pasado del protagonista), situaciones donde el ingenio y la inteligencia de Livingston se apoderan de la escena con naturalidad, humor, la dosis justa de ego y una postura ética que atravesó los años y que hoy con 87 sigue sosteniendo.

Leve pero con conceptos profundos desarrollados por su protagonista sin solemnidad ni pretendiendo saberlo todo, emocionante, actual (las referencias políticas de los 90 siguen teniendo relevancia hoy: la secuencia de archivo del programa Tiempo Nuevo de Bernardo Neustadt donde, sin titubeos, cuestiona el accionar del conductor que lo ha invitado, es un hallazgo inolvidable), Método Livingston es una puesta al día y un homenaje merecido a un hombre vital y querible.

Un documental que consigue retratar a Rodolfo Livingston a partir de su sensibilidad, su irreverencia, su humor particular, su inteligencia y su impulso vital. Entretenido, leve y, a la vez, reflexivo.