Memorias cruzadas

Crítica de Pedro Squillaci - La Capital

Mirar para atrás y reflexionar es una buena manera de hacer foco en los días por venir. Y eso es lo que hace Lucía Murat en “Memorias cruzadas”. El filme hace hincapié en una feroz autocrítica de los militantes de izquierda que soportaron la dictadura de Brasil entre 1964 y 1985. Los diálogos que hilvana Murat, quien también fue secuestrada y torturada, tienen tanta calidez como dureza. Inspirada en la vida de Vera Silvia Magalhaes, la trama se basa en el relato de una directora de cine que se plantea hasta qué punto fue necesario dejar todo por la revolución, y si los métodos utilizados fueron los correctos en la lucha armada. En ese análisis, en el que entran compañeros de ruta y hasta un político que militó con ellos, sobrevuela la figura de Ana, que es la voz de la conciencia revolucionaria, la idealista, el mito. Ana, que está a punto de morir, obliga a estos replanteos desde un lugar imaginario, donde aflora con su imagen setentista y con sus banderas revolucionarias bien altas. Murat también abre el juego para los más jóvenes, a quienes muestra con ideales libertarios tan firmes como los que tuvieron los de su generación. “Memorias cruzadas” propone un debate que también es de utilidad para los militantes de la izquierda argentina.