Memorias cruzadas

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

La revolución del recuerdo

Coproducción con Brasil, sobre un grupo de ex guerrilleros con nostalgia colectiva.

Todo tiempo pasado no fue mejor, podría ser la síntesis de Memorias cruzadas, donde se refleja un choque de dos generaciones desde la perspectiva revolucionaria.

“Ustedes ya hicieron todo”, es el reclamo sarcástico de un hijo a su madre. Ella es Irene (Irene Ravache), la cineasta que filma la vida de Ana (Simona Spoladore), una ex guerrillera, cuya historia se basa en Vera Silvia Magalhaes, quien en 1969 participó en el secuestro del embajador de los EE.UU.

La directora brasileña Lucía Murat fue militante política, pasó a la clandestinidad y fue detenida y torturada entre 1971 y 1974. Ella parece retrotraerse en Memorias cruzadas hacia su opera prima Que bom te ver viva, donde documenta -con algunas escenas de ficción- el testimonio de ocho mujeres (ex guerrilleras) que estuvieron en prisión durante la dictadura militar brasileña (1964-1985).

Su flamante filme ubica a un grupo de viejos amigos -todos ex miembros de la resistencia radicalizada- que recuerdan a su líder mientras ella atraviesa sus últimos días internada en un hospital, con planos detalle de su sufrimiento.

Los integrantes del grupo (entre los cuales se destaca Paolo, un ex militante italiano, encarnado por el renombrado actor Franco Nero) parecen almas en pena que viven reflejados en los objetos, miran sin ver hacia un pasado de repetidas anécdotas revolucionarias.

Los flashbacks hacia la joven Ana son fuertes desde lo fotográfico, la mayoría del filme sucede durante la noche (metáfora de una época oscura) y Murat hace un buen uso de la cámara lenta, sobre todo a nivel submarino.

Las imágenes de archivo en blanco y negro (las reales, no las ficticias) le dan un marco histórico al filme, donde Murat debería haber escarbado más y no dividir el guión en múltiples relatos. Así, el argumento empatizaría más con un espectador sometido a las habladurías de los ex militantes.

Por momentos, el filme hace foco en discusiones tibias (algunas acaloradas) que rescatan al azar la figura de la ex guerrillera moribunda. Y los diálogos se construyen más desde el ego personal que desde la nostalgia colectiva.