Memorias cruzadas

Crítica de Daniel Cholakian - CineramaPlus+

EL PASADO TIENE CARA DE PRESENTE

A raíz de la agónica internación de una vieja compañera de militancia revolucionaria, un grupo de compañeros de una organización armada brasilera de los años setenta se reencuentra. Lo hace como tantas otras veces, pero en esta ocasión la inmediatez de la muerte de la amiga los interpela a echar luz sobre discusiones pendientes. El recuerdo de una militante que fuera muerta de un modo controvertido devenido fantasma a partir de la visita de su hija exilada, más la mirada de los jóvenes nacidos y criados en un entorno de resistencia política, hacen de esta recuperación de pasados también un debate sobre el presente.

Lucía Murat fue militante de la izquierda brasilera en tiempos de la larga dictadura que vivió ese país (1964-1985). Estuvo presa y fue torturada. En Memorias cruzadas el personaje alrededor del cual se tejen las relaciones con el resto de los protagonistas es el de una realizadora que está terminando un documental sobre la compañera asesinada en tiempos dictatoriales. El resto de los militantes de entonces tienen posiciones diversas sobre aquel pasado, aun cuando todos son críticos de la política de memoria, verdad y justicia llevada adelante por el gobierno popular brasilero, que desde la asunción de Lula da Silva lleva algo más de 10 años en el gobierno. El único que justifica y explica la política gubernamental en materia de derechos humanos es el compañero que siguió militando en política durante el proceso democrático y es ministro del gobierno central.

Un lugar interesante ocupan los jóvenes actuales. Además de participar de ciertos debates, su propia realidad, sus propias luchas y conflictos (la identidad sexual, el arte, la nacionalidad) trazan un puente entre aquella juventud y esta. ¿Cuál es aquella juventud universitaria, burguesa, inquieta proyectada en el presente?

Con mucha sencillez e inteligencia Murat trama una larga serie de debates. Se permite problematizar tanto las miradas esquemáticas y cristalizadas sobre la acción de las brigadas rojas, como la idea del arte en el contexto del mercado global apropiándose de los sectores populares. Los jóvenes que fueron interpelan a los adultos que son, pero la relación es sin dudas dialéctica, pues lo que la realizadora propone es pensar, indagar, asumir la realidad sin juicios morales. En todo caso todo juicio sobre la historia reciente solo puede ser político.

La directora realiza una película abierta. Lejos está de ser una crítica a la militancia armada de los años 70, es una película que reivindica el sentido del pensamiento revolucionario y evita el tabú de la muerte. Esta definición es central para delimitar en que lugar del mundo Murat elige ubicarse.

Memorias cruzadas es además un filme sensible y bello, que permite incluir a casi todos y dejar afuera a muy pocos. Especialmente a los dogmáticos, a los que aun hoy se suponen impolutos y con derecho a pontificar sobre el pasado y, por sobre todo, a los cómplices conscientes de cualquier dictadura.

Por Daniel Cholakian
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