Memoria de la sangre

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Escrito y dirigido por Marcelo Charras, Memoria de la sangre es un documental sobre un curioso personaje: Jacques de Mahieu, refugiado nazi y antropólogo que escribía libros sobre esoterismo.
Memoria de la sangre empieza con un personaje investigando a través de libros antiguos, sobre esos libros que se pierden, más específicamente uno llamado “Memoria de la sangre”. Lo primero que hacemos es conocer a esta persona que tomará un rol similar al de detective: en este caso, un lector curioso, un bibliófilo que recorre bibliotecas y librerías. Su camino es largo y arduo, va pasando por diferentes bibliotecas y voces hasta que llega al hijo del propio Jacques de Mahieu, Xavier, quien vive en Ciudad Evita. ¿Quién fue Jacques de Mahieu? Un investigador con una curiosa teoría que sostiene que los americanos descendemos de vikingos.

Viaja a conocerlo y se encuentra con un lugar lleno de tesoros pertenecientes a esta figura a la que se encuentra investigando. ¿Cómo se ordena una biblioteca?, se pregunta Xavier. Y le sugiere su método y al mismo tiempo empieza él mismo a descubrir los tesoros que allí se guardan.

No es casual que éste viva en Ciudad Evita, más específicamente en el rodete de Evita. Mahieu, refugiado nazi, llega a nuestro país durante el peronismo y adhiere a su ideología, aunque la relaciona a su manera con el nazismo y el esoterismo.

El documental registra sus descubrimientos sobre Mahieu pero también presenta algunas escenas ficcionalizadas que le aportan algo muy atractivo al tono del film. Hay algo casi de policial.

No obstante la gema de la película se encuentra en este misterioso personaje que dejó algunas huellas y escondió otras tantas (probablemente al verse obligado a hacerlo). Y la presencia de ese hijo que intenta seguir su legado a su manera. En esos libros que escribía, los videos que había grabado y las posibilidades, siempre tan discutibles como fascinantes, que abrían sus teorías. Y Charras se acerca a él y a esas teorías de una manera muy respetuosa, sin tomar postura y permitiendo que sea el espectador el que termine de armarlas.