Mekong - Paraná: Los últimos laosianos

Crítica de Rodolfo Weisskirch - Visión del cine

Se estrena Mekong – Paraná: los últimos laosianos, documental de Ignacio Luccisano, que narra la odisea de una familia que se escapó de su tierra natal y emigró a la Argentina hace casi 40 años atrás.
Argentina fue construida especialmente por inmigrantes. Durante toda su historia, diversas olas de extranjeros fueron llegando al país forjando la comunicación entre variadas culturas, fusionando miradas e ideologías. La primera mitad del siglo XX se caracterizó por la migración europea. Comunidades enteras abandonando sus hogares y huyendo como consecuencia de la primera y segunda guerra mundiales. En los últimos 30 años, las olas de inmigrantes provienen principalmente de países limítrofes y latinoamericanos. Pero a mediados de los años 70, y de forma más silenciosa, llegaron al país 300 familias laosianas y vietnamitas.

El documental de Ignacio Luccisano pone el foco en Som y Phengta, un matrimonio laosiano que se conoció en un campo de refugiados tailandés, luego de que ambos escaparan del gobierno comunista que surgió tras la derrota estadounidense en la guerra de Vietnam. Más de 35 años después, ambos, ya asentados en la provincia de Santa Fe, al lado del río Paraná, tienen la libertad, tranquilidad y felicidad de poder narrar sus experiencias.

Luccisano consigue un diálogo transparente, fluido e íntimo con sus protagonistas que, con un asombroso sentido del humor y sin caer en golpes bajos o efectistas, narran de qué forma los bombarderos estadounidenses destrozaron la región y cómo, después, la persecución de la fuerza militar del gobierno los obligó a buscar refugio en Tailandia.

Si bien durante buena parte de la narración, el director da espacio a las historias en territorio asiático, incluso apoyándose en excelente material de archivo e impactantes animaciones, el relato adquiere matices cuando los protagonistas recuerdan y reflexionan sobre el proceso de adaptación a una tierra completamente ajena para ellos: las dificultades para comprender el idioma, conocer una nueva cultura gastronómica, llamar familia a compatriotas que llegaron con ellos. Sin caer en sentimentalismos, la pareja describe cómo fue despedirse para siempre de sus padres que quedaron en Tailandia, cuyos retratos cubren las paredes del hogar.

A través de ellos, el realizador se introduce en los relatos del resto de los integrantes laosianos de Santa Fe, que encontraron una conexión con su tierra a través del Río Paraná, que les recuerda al Mekong. El río es una perfecta metáfora de la unión de dos territorios, y gracias a él, Som y Phengta pudieron sobrevivir durante tres décadas, pescando y recolectando frutas, cultivando verduras, como aprendieron a hacer en Laos. Como un río que se va ramificando se van conociendo otras historias de supervivencia en medio de asados y karaokes.
El pasado y el presente conviven en el trabajo de Luccisano que consigue emocionar con herramientas genuinas y sin forzar situaciones. La fotografía de Martín Turnes explota los colores de la geografía mesopotámica, desde el amanecer hasta el atardecer, con una puesta de cámara prolija y libre de pretensiones. El rostro y las expresiones de Som y Phengta son un mapa de emociones contenidas que el lente de Luccisano expone con paciencia y comprensión. Tanto los diálogos como los silencios y miradas hacia fuera de campo son un potente atractivo audiovisual.

Amena, cálida, llena de humanidad, Mekong - Paraná: los últimos laosianos es una obra que le da por primera vez voz a una comunidad escondida del territorio nacional. Experiencias de vida que saltan a la luz en una reflexión sentida sobre la supervivencia en medio de la guerra y la represión socio-política.