Megalodón

Crítica de Guillo Teg - El rincón del cinéfilo

Punto geográfico: un océano (o mar). Cámara subjetiva que desde la profundidad se dirige rápidamente hacia un ser humano que flota. Subjetiva de qué. ¿Adivine? Y, claro, desde “Tiburón” (Steven Spielberg, 1975) que se viene haciendo igual (desde antes en realidad, pero en aquella oportunidad quedó patentado para siempre) Cuarenta y tres años y todavía no han podido, ni querido, inventar nada, y así hacer una película de tiburones está difícil. Muy difícil, y con grandes posibilidades de caer en lo burdo.

Al comienzo de “Megalodón” se instala el verosímil necesario para justificar todo, este es el punto más alto del guion de Dean Georgaris, Jon Hoeber y Erich Hoeber, y no es gran cosa. En la introducción, Jonas (Jason Statham) intenta el rescate de un grupo de personas atrapadas en un submarino que ha sufrido, y sufre, choques múltiples de “algo muy grande ahí afuera”. No llega a rescatar a todos. Una escena convencional para instalar la culpa en el protagonista.

En la siguiente escena se explica todo. Un grupo de científicos descubre que lo que parecía el fondo de esa zona en realidad es una especie de nube que una vez atravesada descubre un nuevo mundo de especies, entre las cuales, claro, hay un megalodón, tatarabuelo de los tiburones de hoy. Más grande, más peligroso y más hambriento, el bicho arremete contra todo lo que se mueve y tiene luz. ¿Quién baja a investigar? La ex de Jason que estaba en la primera escena (todavía se quieren). ¿A quién van a buscar para un nuevo rescate?...

Bueno, todo en Megalodón es así de predecible, pero además hay una apuesta por un humor generado desde la confección de algunos personajes que está no sólo forzada sino pobremente actuada. Específicamente en el dueño de la torta, una suerte de villano corporativo con mucha plata y poca sabiduría. El trabajo de Rainn Wilson (comediante de destacada participación en la serie “The Office”) está prácticamente fuera de registro y sólo termina funcionando cuando, por insistencia el film, pega un viraje definitivo hacia lo autoconsciente y paródico (sin haber querido serlo en los dos primeros tercios). Por suerte Jason Statham balancea todo porque si de algo entiende el actor irlandés es de este tipo de género.

Gracias a la tecnología de hoy los efectos especiales de esta producción tienen; junto a la dirección de arte y diseño sonoro, algo apenas interesante para mostrar como la escena de una niña enfrentada cara a cara con el escualo, vidrio mediante. No mucho más.

La nueva generación de espectadores no vio la original, y es una verdadera pena. La misma que causa ver este estreno.