Medianoche en París

Crítica de María A. Melchiori - Cine & Medios

La fiesta inolvidable

El exitoso guionista Gil Pender (Owen Wilson) acompaña a su prometida y sus futuros suegros a un viaje en Paris. Si bien el matrimonio entre él e Inez (Rachel MacAdams) es inminente, implica anclarse en una vida que no le satisface por completo; su verdadero sueño es dejar de escribir para Hollywood. En Paris, su costado bohemio aflora y de inmediato queda deslumbrado por los escenarios que inspiraron a tantos artistas. Como muchos nostálgicos, Gil cree que hubo un tiempo pasado que fue mejor. Como muchos escritores, Gil cree que este tiempo pasado fueron los locos años ´20, cuando una oleada de escritores norteamericanos y la bohemia de Europa hicieron de París su destino inevitable convirtiéndose en lo que la editoria y mecenas Gertrude Stein llamaba "la Generación Perdida". Pero convencer a Inez de la posibilidad de mudarse a la Ciudad Luz es imposible, y más cuando la llegada de un amigo erudito (Michael Sheen) y su pareja la distraen de los intereses y expectativas de Gil.
Abandonado a su suerte en las noches parisinas, el protagonista se pierde en las calles empedradas y al dar la medianoche, desde un anticuado Peugeot lleno de extravagantes personajes, es invitado a una fiesta que jamás olvidará. Porque cuando entra al salón, lo recibe el flamante matrimonio de Francis Scott y Zelda Fitzgerald, pero también descubre que quien toca el piano es nada menos que Cole Porter. Todo parece indicar que aquel coche lo ha llevado directo a aquella época donde su nostalgia anida, y el summum de sus expectativas llega cuando un jovencísimo Ernest Hemingway (Corey Stoll) le ofrece la posibilidad de que la mismísima Gertrude Stein (Kathy Bates) lea y corrija su novela inaugural. Excitado por la perspectiva de una nueva noche en los años ´20, Gil desafía la estabilidad de su estructura familiar regresando una y otra vez al lugar donde puntualmente a medianoche el anticuado Peugeot lo devuelve a ese París de sus sueños, y a una misteriosa musa, Adriana (Marion Cotillard), capaz de hacerlo olvidar su presente.
La llamada "generación del ´20" de Paris, constituída principalmente por escritores y que tenía como epicentro la librería Shakespeare and Company (aún en actividad) tuvo una existencia bohemia tan simple y abierta que sus ecos llegan hasta nuestros días.
En uno de sus filmes modernos más logrados, Woody Allen explora los mitos y leyendas en torno a quienes recorrían las interminables noches parisinas. El infortunado matrimonio Fitzgerald, Papa Hem, los surrealistas y cubistas, reviven en la impecable puesta escénica y la excelente caracterización por parte del elenco. Pero Allen va más allá, permitiéndose jugar con aquellos clichés que volvieron a estos pintorescos personajes en la flor de su juventud, las leyendas que fueron más adelante.
En lo actoral, Owen Wilson aporta una actitud inocente y expectante, como la de un niño ante su deseo más soñado, el que se deja llevar y el que se juega por aquello que pulsa en su ser más profundo. Los personajes que Gil encuentra en la vieja París están encarnados por notables intérpretes, pero sin dudas el que tiene a cargo Adrien Brody, en una breve aparición, es el más destacable.
Más allá de este homenaje retozón a una Paris soñada todavía por muchos bohemios tardíos modernos, subyace el infaltable dilema que el director suele plantear en sus filmes: cuestiones que abordan la propia existencia y desafían la capacidad de decisión de los hombres.