Medianoche en París

Crítica de Lucas Moreno - Bitácora de Vuelo

DEFENSA DEL COPY AND PASTE

¿Qué tienen en común Ingmar Bergman con Woody Allen? Ambos conectan cine con filosofía. ¿Qué los diferencia? Bergman filosofa de verdad, usando el lenguaje fílmico como frontera estética a la que el pensamiento abstracto no llega. Con semejantes pretensiones hizo películas enroscadas e interminables. Woody Allen, en cambio, filosofa en joda, con una ligereza ridícula y amable.

Supongamos que para filosofar se necesita una mirada más o menos grave. Bueno, Woody Allen no puede sacarse al humorista de encima. Lo tentó la seriedad de joven con Interiores y Septiembre, pero después sus partículas tragicómicas anularon cualquier intención de pensamiento activo. Quedó un Woody Allen que filosofa con vagancia, copiando y pegando. Filosofía fácil, entretenida, de contenido puro, tan pedagógica que insulta.

La selección rápida de una tesis para verificarla con una narración manipulada convierte a Woody Allen en un sofista caradura. Sus ideas disparan anécdotas, son películas que funcionan como los relatos mitológicos que transmiten cosmovisiones. Acá, bajo la premisa de que el pasado se idealiza, Owen Wilson viaja en el tiempo y descubre que las cosas no son tan así.

Leí que Woody Allen quiso rendirle homenaje a sus ídolos intelectuales. Homenaje ambiguo, perturbado por malas intenciones. Resulta que las celebridades que encuentra Owen Wilson son figuritas graciosas que dicen con solemnidad exactamente lo mismo que escribieron. El caso más gráfico es el de Hemingway, que expone con monólogos lo que publicó en Adiós a las Armas o en París era una Fiesta. Las caracterizaciones son deliberadamente grotescas, para un reconocimiento inmediato y simplista. Estas decisiones logran que Medianoche en París sea enmascaradamente burlona, dando por sentado que lo ídolos del pasado hacen las mismas idioteces que los enemigos del presente. La infidelidad de la novia de Owen Wilson en paralelismo con la infidelidad de Marion Cotillard arroja sospechas y después el desenlace deja todo explícito.

La fascinación de Medianoche en París y por extensión la fascinación de Woody Allen recae en su filosofía divertida y tonta; excusas para encontrar líneas de comedia y soltar un humor sutilmente malvado.

Dicen que en los horarios de trasnoche esta película se aprecia mejor.