Medianoche en París

Crítica de Alberto Harari - MI CINE - por halbert

ENCANTADOR TRIBUTO AL ARTE, EN UNA CIUDAD MÁGICA

Medianoche en París gira en torno al gran amor de un hombre por la capital francesa, y alrededor de la ilusión de creer que la vida de los otros es mejor que la propia. En este caso, el anhelo del protagonista pasa por vivir en otra época, en los años 1920s.

Gil, un guionista (Owen Wilson) e Inez, su novia (Rachel McAdams) llegan a París aprovechando un viaje de negocios del padre de ella. El estar en ese bello lugar, hace que en Gil renazcan antiguas ambiciones literarias. Y ese enorme deseo permite que su ser (¿su mente, su cuerpo, ambos?) viaje en el tiempo y se tope con gigantescas figuras del arte y la cultura de hace 100 años y más, logrando toparse con la escritora Gertrude Stein (Kathy Bates) y el pintor Salvador Dalí (simpático Adrien Brody), además de con Scott y Zelda Fitzgerald, Hemingway, Picasso, Man Ray, Modigliani, Toulouse-Lautrec, Degas y Buñuel, entre otros.

Woody Allen recurre una vez más a la nostalgia, al deseo de volver al pasado, a cierto inconformismo por la vida que tenemos, pero siempre con un tono entre burlón, gracioso y melancólico.Wilson cumple a la perfección con el rol que otrora se hubiese otorgadoAllen para sí mismo hace 25 o 30 años atrás. Está todo el tiempo en pantalla, participando de todas las escenas del filme, y lleva ese protagonismo con hidalguía, y permitiéndose un rol sin los excesos a los que nos puede haber acostumbrado en gran parte de su filmografía. Es uno de los actores contemporáneos más exitosos, masivamente conocido como comediante, que navega, algunas veces, a dos aguas entre el cine industrial y el independiente.

Marion Cotillard, como Adriana, la musa inspiradora de Picasso, exuda belleza y refinamiento, sensualidad, delicadeza y elegancia en cada uno de sus momentos compartidos con el protagonista. No así Carla Bruni, la actual primera dama de Francia, que en el papel de una guía de turismo sólo cumple con decir un texto sin que resulte atrayente o exclusiva su breve participación.

Las locaciones incluyen algunos de los lugares más conocidos y apreciados de París, como la librería Shakespeare & Co, el Salón de los Espejos de Versalles, los jardines de Monet en Giverny, el Museo de L’Orangerie, el Museo Rodin, el Mercado de Pulgas Paul Bert, la Rue Montagne, Notre Dame, la Plaza Dauphin, Maxim’s, el Puente Alejandro III, entre varias locaciones originales, bellamente retratadas por la apuesta fotográfica de Dairus Khondji. La mayoría de sus soberbias imágenes buscan el color, y hasta el aroma y el gusto de sus bellos lugares, mientras el oído se embelesa con melodías de Cole Porter.

Midnight in Paris es una carta de amor de Woody Allen a la Ciudad Luz, a la cual él equipara a su bienamada Nueva York. Y también es un filme para aquéllos amantes de la cultura (léase pintura, música, literatura, cine, escultura, etc.), dada la importante presencia de referentes de todas esas ramas del arte. Con una idea excelente y una historia muy bien intencionada (esto es lo que le vale un punto extra en esta crítica), Allen vuelve a salir airoso y regala un cuento de fantasía en una de las ciudades mágicas europeas.