Medianeras

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

El amor en las redes incomunicantes

“Medianeras” es una historia de amor aunque habla sobre todo de su ausencia, en tiempos de fobias sociales y en el marco de una sociedad progresivamente deshumanizada, tanto en su arquitectura como en su sofisticada tecnología. El problema que plantea es universal: en las macrociudades actuales todos se cruzan sin conocerse. Como dice Martín, el protagonista: “Buenos Aires es una ciudad superpoblada en un país desierto”, subrayando lo ilógico de una tendencia donde la comunicación se desvía hacia la virtualidad y se habla con extraños lo que no se dice cara a cara.

Hay por lo menos dos películas en esta agradable ópera prima de Gustavo Taretto: una comedia romántica con pinceladas tragicómicas y un relato documental sobre la arquitectura arbitraria, hecha más para separar que comunicar. También se habla de la resistencia literal y simbólica de algunos que, buscando unos rayos de sol abren sus pequeñas ventanas en las medianeras, desafiando lo legislado y reglamentado en la supuesta planificación urbana.

Amores antiheroicos

La comedia nos presenta a dos jóvenes solitarios y desencantados de la vida (Javier Drolas y la española Pilar López de Ayala) que sin saberlo, son vecinos y atraviesan por situaciones semejantes. Él es un diseñador de páginas web y ella una arquitecta que se gana la vida decorando vidrieras. Ambos vienen de fracasar en sus anteriores relaciones afectivas y luchan contra fobias y neurosis: ella es claustrofóbica, él hipocondríaco. Martín vive con la mascota de su ex, una caniche que se parece a un osito de peluche y ella, con los maniquíes de las vidrieras que ornamenta.

El casting no podría ser mejor para esta película en torno de dos seres que se buscan sin conocerse: la española Pilar López de Ayala es quien interpretó a la deliciosa Angélica del penúltimo film del director portugués Manoel de Oliveira. Drolas es argentino y más conocido por sus actuaciones teatrales y en cortos publicitarios.

Las acciones encadenadas avanzan con un correlato en off lleno de ironía -tiene referencias claras al cine de Woody Allen y de Jacques Tati (el protagonista lleva en su mochila siempre alguna película suya) pero también lo homenajea en los originales planos dinámicos de la ciudad.

La estructura es original para lo que es el cine argentino donde Allen y Tati no son influencias habituales, aunque también tiene una dinámica similar a las románticas comedias taquilleras escritas por Nora Ephron.

La historia, contada a dos voces en off y montaje paralelo, transita por tres estaciones en la búsqueda del objeto de deseo. Mientras tanto, los protagonistas se encuentran con otros personajes en experiencias cómicamente frustrantes. Estos papeles están interpretados por grandes actores como Inés Efrón, Carla Peterson, Adrián Navarro, Rafael Ferro, Alan Pauls y una breve participación de Jorge Lanata.

Imperdible, la polifacética Efron como una excéntrica cuidadora de perros, con un look similar al personaje de Lisbeth de la saga nórdica Millenium. O Ferro, como un extraño nadador o Carla Petersen, interpretando a una chica almodovariana, tan histéricamente seductora que le hace pensar al protagonista que esas situaciones son como los avisos de MacDonald que lucen mucho más brillantes y apetitosos en la publicidad que cara a cara.

ritmos y estaciones

La película peca de exceso en los relatos en off, algo que pesa cuando el audio y la dicción no son perfectos, pero sin embargo el film avanza y convence, con ingenio, buenas actuaciones y buen gusto. Se suma a las recientes comedias de amor antiheroico como “500 días juntos” o “Amigos con derechos” pero tiene observaciones más agudas y cercanas sobre la vida cotidiana y las relaciones humanas en los tiempos que corren.

El film se mueve como pez en el agua con íconos de la cultura popular, como el juego ¿Dónde está Wally? y alterna ágilmente con soportes web y animaciones que se introducen en la historia lineal, trasluciéndose un solvente manejo en los aspectos técnicos tanto como en la dirección de actores. Desde los encuadres hasta los gestos de los intérpretes todo fluye con mucha espontaneidad, un humor fresco y una mirada sabia.

“Medianeras” tiene distintos ritmos porque tiene distintas estaciones; inicialmente lenta para dar lugar a los discursos en off y luego llegar a crescendos vertiginosos hacia el final. Bien construido, su interesante retrato sociológico y psicológico se matiza con gags que nos hacen sonreír e identificar.