Mecánica popular

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

El director Alejandro Agresti supo transitar por el borde de la excelencia cinematográfica, con búsquedas estético-narrativas interesantes como en el filme “El acto en cuestión” de 1993, recién estrenada en 2015 en la Argentina.
También profundizó en la búsqueda a través de rupturas de estructura narrativa en “El viento se llevó lo que” (1998), sin dejar de lado el reflejo de la sociedad que lo circundaba con “Buenos Aires viceversa” (1996), hasta dar paso a su costado más novelístico con realizaciones como “Valentín” (2002).
Si algo quedaba en claro en sus producciones, era que en su búsqueda por el saber del ser y de ser lo que impulsaba no se respiraba un aire de sapiencia “a priori”. Esto es exactamente lo que sucede en su última obra. Parecería ser que en ella quisiera desplegar sobre el espectador su bagaje cultural y de conocimiento, el que ya se reflejaban en sus anteriores producciones sin ser expuestas de manera explícita, esto dentro de una estructura fílmica muy cercana al teatro, pues todo transcurre en el mismo espacio físico, con diferencias temporales, pero haciendo revivir lo cinematográfico a partir de los movimientos de cámara, los planos elegidos, el montaje, la excelsa fotografía, como así también la sobrecargada dirección de arte que abusa con fotografías de Lacan, Kafka, un muñeco de Freud, carteles de filosofía por doquier, hasta nos muestra con detenimiento “El origen de la tragedia”, de Friedrich Nietzsche. Redundante al extremo.
El filme esta construido a “partir de varios raccontos” que el director utiliza para ir y venir del presente a un pasado reciente del mismo personaje.
La narración comienza cuando Mario Zavadikner (Alejandro Awada) llega una mañana a su editorial sonriente, posiblemente más de lo acostumbrado pues los empleados lo miran sorprendidos, y Armando Carreras (Diego Peretti), su mano derecha, lo interroga sobre esto, mientras le informa de la muerte de García (Patricio Contreras), el sereno de la empresa, durante la noche, por un posible infarto. Sentado en su escritorio interroga sobre un manuscrito de Silvia Beltran (Marina Glezer), una joven escritora que lleva el mismo nombre de su difunta esposa (Romina Ricci).
En un salto temporal hacia atrás estamos en la noche del día anterior, Mario Zavadikner (¿un anagrama?), quien tras dedicar su vida a publicar filosofía, historia y psicoanálisis, el editor, desencantado con la realidad social e intelectual, decide pegarse un tiro en su silla del escritorio de su oficina.. Una inesperada presencia detiene su intento: Silvia Beltrán, una joven escritora que amenaza con suicidarse si él no publica su novela.
Lo que sigue, con idas y vueltas del presente al pasado reciente, es todo un juego de gato y ratón entre Silvia y Mario, en donde se entrecruzan tanto las historias personales y las ideas intelectuales que no sabemos quién salva a quién, por momentos muy reiterativas en tanto posición de los involucrados, situación que va en contra del desarrollo del relato. En medio de esta batalla intelectual tenemos un convidado de piedra, el sereno que va demostrando con el correr de los minutos que es mucho más de lo que aparenta.
El filme se sostiene por las actuaciones, con un Patricio Contreras formidable, Alejandro Awada de muy buena composición de personaje, aunque supo de mejores performances pues por momentos cruza la línea de la sobreactuación, muy bien acompañados por el resto del elenco.
Un texto enclavado en los personajes que presenta, constituye y define, lastima la cantidad de citas de grandes autores, que si bien demuestran el nivel intelectual del director, dejará afuera a muchos de los espectadores.
La cinta podría definirse a partir de un cartel en la pared de la editorial, cartel que es varias veces mostrado, en plano detalle o en distintos paneos con la cámara, dice “NO SE LO QUE QUIERO, PERO SE COMO CONSEGUIRLO” firmado por Patrik Pesto (¿un alter ego de Alejandro Agresti?)
No es una realización fallida, pero no cubrió las expectativas, por lo menos las de quien suscribe estas líneas.