McFarland sin límites

Crítica de Horacio Bilbao - Clarín

Usted preguntará por qué corremos.

Pese a ser una historia contada ya de mil maneras, “McFarland” emociona e interpela desde otro lugar.

Correr ya está de moda, pero ojalá sea más que una moda esta avanzada del cine sobre historias que, por fin, dejan de estigmatizar a los latinos estadounidenses respetando su realidad. McFarland: sin límites, cuyo título original (McFarland, USA) era necesario respetar, logra algo de esto sin ser un tratado social ni una bajada de línea, lo que le da más méritos todavía.

Es un cruce de mundos la película de Niki Caro. El profesor John White (Kevin Costner) está peleado con los jóvenes alumnos de su país, con su cultura. Despedido de varios puestos, recala con su familia en McFarland, California, un pueblito olvidado donde estudian los hijos de inmigrantes mexicanos, definidos como invisibles. Recolectores agrícolas que trabajan de sol a sol mientras van al secundario. Huyendo de los gringos, con su simbólico apellido, White tendrá su experiencia latina.

En esa mezcla, que a veces tropieza, es cierto, con algunos estereotipos, está el fuerte de la película. White no deja de ser un gringo, pero escucha, y se conmueve con estos jóvenes invisibilizados. Y juntos avanzan en un relato colectivo, aprendiendo a correr en un equipo de cross country, que podría ser cualquier equipo.

Hace rato que los estadounidenses vienen debatiendo el fin del sueño americano. Romper esa etiqueta, tiene que ver con la economía pero también con la cultura del consumo superfluo a la que han sometido, con gusto, a sus nuevas generaciones. En ese sentido, la película podría llamarse, también, McFarland: Baires.

Corren y corren los chicos, empujados por la cultura del trabajo y el esfuerzo, y los dramas familiares y la necesidad de ser visibles, y corren contra la corrosión del carácter de las sociedades modernas. Siguiendo el título original del filme, podríamos pensar que son más USA que la otra USA, porque persiguen un sueño con esfuerzo, como dirían nuestros abuelos inmigrantes. Por suerte éstas son segundas lecturas, y la película se queda allí, en McFarland, con una historia emotiva, épica, que dicen fue real, allá, en 1987. Irrepetible.

¿Motivos para correr a verla? Kevin Costner, la historia y la inevitable reflexión. ¿Por qué correr? ¿Por qué motivo deberíamos correr?