Maze Runner: Prueba de fuego

Crítica de Hernán Khatchadourian - Diario Popular

Jóvenes de súper acción

La secuela de uno de los filmes sorpresa de 2014 llega de la mano del mismo director pero con una fórmula diferente: rienda suelta a la acción incesante.

A catorce años del estreno de Harry Potter y la Piedra Filosofal, la inmensa cantidad de filmes basados en novelas para adolescentes han pasado como un infinito río por delante de los ojos de los espectadores, que de tanto en tanto suelen pescar algún exponente destacable.
Divergente, Los Juegos del Hambre y ahora Maze Runner son algunas de estas adaptaciones que lograron pasar el inescrutable filtro del público púber (y del adulto también por supuesto) que les dio el background necesario para hacer acreedores de una secuela.
En el caso del filme que hoy nos ocupa, Maze Runner: Prueba de Fuego (Maze Runner: The Scorch Trials, 2015), cabe destacar que con las tres novelas de James Dashner publicadas y apenas difundidas, la primera entrega logró llevar unos cuantos cientos de miles de espectadores a las salas a fines del 2014.

La propuesta de entonces era simple: un grupo de adolescentes viven cerca de un laberinto que ninguno de ellos pudo sortear y que guarda en su interior terribles peligros. El joven Thomas (Dylan O´Brien) llega al lugar con su memoria borrada y muy pronto se propone salir de allí a como dé lugar.
Esta segunda entrega, encuentra al grupo de supervivientes del filme original dentro de las instalaciones de un grupo de adultos que, en apariencia, quiere ayudarlos pero que no despierta demasiada confianza en los protagonistas.
Prestos a escapar de las garras de Janson (Aidan Gillen) y sus hombres, Thomas y sus amigos terminan vagando por el desierto en el que se ha convertido la Tierra luego de la plaga que azotó a la humanidad y los dejó convertidos en una suerte de hambrientos zombies, más parecidos a los de Exterminio (28 Days Later, 2003) que a los de The Walking Dead.

El director Wes Ball (que debutó en el cine con la primera entrega) vuelve a ponerse tras la cámara aunque en esta ocasión apuesta a redoblar la acción, que en la primera entrega no abundaba tanto.
Esto hace que el film no pierda dinamismo en pos de un relato que no se muestra muy brillante, sino muy por el contrario como algo clásico y trillado, al punto de que se puede advertir lo que vendrá.
Sin embargo, el aporte de Ball a este filme lo salva y lo saca a flote, por sobre la media de lo que los estrenos de los últimos meses.
En resumen, en Maze Runner, la Prueba de Fuego tiene un 8.