Maze Runner: Correr o morir

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

La edad de piedra

Un grupo de jóvenes se encuentran aislados en un área verde y rodeados por un gran laberinto dinámico. Insectos biomecánicos, sus principales enemigos.

El universo distópico que Gary Ross llevó a la pantalla grande con Los juegos del hambre tiene otro compañero de batallas: Maze Runner, el best seller de James Dashner (furor en la Argentina), que aterrizó en Hollywood con el inicio de la trilogía, Correr o morir.

Todo comienza con la abducción de un joven (Dylan O’Brien) que despierta en La Caja (un elevador subterráneo) y no sabe qué hace allí. Con el tiempo sólo recordará su nombre: Thomas. Pero el lugar al cual arriba también le es ajeno. Es el Area, un gran espacio verde en donde varios muchachos crean sus refugios, reciben alimentos (también vía la Caja, su único contacto con el exterior) y desarrollan destrezas para sobrevivir. Los más aptos son los corredores.

Pero no están solos, los rodea una imponente muralla, el núcleo de un gran laberinto circular compuesto por moles de piedra y placas de acero que por las noches cambian de posiciones. Los accesos al laberinto se abrirán a la misma hora de la mañana y cerrará por la noche. En ese lapso los corredores estudiarán sus sinuosos pasadizos y volverán al Area.

Si este filme al principio mantiene un cierto halo de intriga, luego tiende a repetirse. Como si fuese un oráculo -y los jóvenes sus fieles-, la peregrinación hacia el muro es diaria. El laberinto también puede mostrar la incertidumbre del camino adolescente.

El último en llegar al Area es... una chica, y estos muchachos encerrados parecen sujetos asexuados, jamás ni un atisbo de interés por la novata, quien traerá un mensaje inquietante: Thomas es la llave para descifrar el porqué están ahí. Algo más que esperable.

La estética de este filme parece más un tributo al difunto H.R. Giger que la original recreación de un futuro apocalíptico con el surrealismo biomecánico a cuestas (vean a los Penitentes, unas arañas ciegas y bien dentadas que pueden picar o exterminar). Para aquéllos que les gustan las películas de aislación y experimentación del comportamiento humano, ya se prepara la segunda parte.