Máxima precisión

Crítica de María Laura Paz - El Espectador Avezado

Un piloto top gun devenido en jugador de Play, dentro de un contenedor, pero que hace lo mismo que si estuviera sobrevolando y detonando sus armas en pleno escenario sin ser derribado y en peligro de muerte real. En dos líneas el trasfondo de "Good Kill" (título original) que es el comando que desactiva el láser de precisión luego de haber dejado un agujero en la tierra y contado las víctimas o lo que queda de ellas.
Ethan Hawk interpreta a Thomas Egan, quien anhela volver a subirse a su F-16 y ver al enemigo en vivo y directo y no con intermediaciones tecnológicas. Es que es mejor estar en el campo, aunque la adrenalina nunca baje y la vida se termine allí sin volver a casa. Todo este comando a distancia está instalado en un complejo en las afueras de Las Vegas y al abandonar su turno, Egan vuelve con su esposa e hijos de los que cada vez está más lejos a pesar de volver a su hogar. Está como frizado, sin exteriorizar emociones.
La cosa se complicará más aún cuando la CIA intervenga el control militar y se encomienden misiones en la que los daños colaterales en vidas humanas (mujeres o niños) no serán mitigados. El jefe de los pilotos suelta una perorata a los novatos reclutas que sentados en un reluciente hangar lo escuchan, Egan también lo escucha y cada vez se siente peor. Un nuevo equipo está en marcha con "Langley" (seudónimo para la CIA en las comunicaciones), que lo ve y lo oye todo, y ordena matar.
Lo que me molestó de esta película es que el ejército tira las culpas sobre la CIA por ser tan fríos, mientras que ellos se consideran héroes por haber peleado en el frente y ahora se lamentan por hacer las cosas detrás de un escritorio donde no pueden ser tan precisos como quisieran y así salvar la vida de sus compañeros y/o de desconocidos, mujeres y niños, blancos civiles que son considerados no errores de precisión, sino una lección para cada día tener la piel y el corazón más duros. Veremos los males de los que vuelven de ese infierno en países lejanos por distancia y cultura: infidelidades, insomnio, alcoholismo, drogas, etc.
Me extraña que Andrew Niccol que nos brindó aquella poderosa "El Señor de la Guerra" con Nicholas Cage, escritor de "La Terminal", "Gattaca" y el alucinante alegato de "El Show de Truman", acá se haya quedado en un filme tan chato, por momentos melodramático, con un Ethan Hawk de cartón. Peor es saber que esta basado en hechos reales; bien dicho, hechos, pues me parece que faltaron testimonios de personas reales. No quisieron hacer un documental, hubieran probado con un docudrama y todo bien.
Lo único real parece ser esto de la culpa de matar a distancia y volver a casa como si se hubieran apostado las últimas monedas del sueldo en alguna máquina del strip de Las Vegas. Esta no es la manera. Si quieren paz, no hay que matar ni desde un contenedor ni desde un avión, ¿verdad?