Máxima precisión

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Un dilema frío sobre la guerra

El mayor Thomas Egan (Ethan Hawke) fue un piloto de combate y arriesgó su vida sobre territorio afgano varias veces, pero ahora, instalado con su familia, está a cargo de una terminal y un drone que jositic en mano, le da un letal poder de fuego a miles de kilómetros de distancia.

El mayor Thomas Egan (Ethan Hawke) fue un piloto de combate y arriesgó su vida sobre territorio afgano varias veces, pero ahora, instalado con su familia, está a cargo de una terminal y un drone que jositic en mano, le da un letal poder de fuego a miles de kilómetros de distancia. A través de de cámaras e imágenes satelitales que identifican a los objetivos y además le dan una perspectiva de las muertes que causa y que incluso le permite cuantificar los "daños colaterales" –las víctimas inocentes que también son arrasadas por los misiles en Yemen, Afganistán, Pakistán­- Egan intuye, sabe que hay algo profundamente inmoral en esas batallas sin poner el cuerpo, desde un búnker con aire acondicionado rodeado de otros militares más jóvenes , casi casi esos fanáticos de los videojuegos, gamers­. que ni una vez tuvieron la experiencia del combate.
Y entonces el síndrome del combatiente se traslada a su hogar, a la ausencia como esposo y como padre a pesar de que está ahí, perdido, aferrado al alcohol y ajeno a su familia, con varios puntos de contacto con el especialista Chris Kyle de El francotirador.
Andrew Niccol, que como director es responsable de títulos como La huésped, El señor de la guerra y S1m0ne, entre otros, aborda el horror de la guerra desde un relato en donde la despersonalización del conflicto influye de manera bien personal en un individuo y fricciona con las órdenes que llegan desde el Pentágono o del cuartel general de la CIA, decisiones que llegan a un centro de operaciones en una no-­ciudad como Las Vegas para ubicar y neutralizar objetivos, que muchas veces incluyen niños, familias y otras, rescatistas que acuden a ayudar luego de un primer impacto.
La película es un íntimo y convenientemente frío retrato sobre el dilema moral y ético de un combatiente, que cuestiona no solo la problemática casi burocrática y aséptica de matar a distancia, sino que objeta la política exterior de los Estados Unidos –tal vez de manera un tanto discursiva, dejando innecesariamente en claro que la propuesta se alinea con el discurso bienpensante­, que en su accionar funciona como una fábrica de odio y resentimiento en buena parte del mundo.