Matar a Videla

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Tenso clima para un plan polémico

Exitoso, reflexivo y culto, Julián Alvarenga toma una insólita y drástica decisión: suicidarse. ¿Qué lo impulsa a ello? En su interior, sin embargo, hay varios motivos que, para él, son sustanciales para quitarse la vida. Su trabajo se volvió rutinario, dejó de amar a su novia, no es totalmente comprendido por su madre y, fundamentalmente, vive en un país en el que la sociedad y la política son alienantes.

Pero Julián desea darles un sentido a sus últimos días en este mundo y se fija un plazo de una semana para saldar las cuentas pendientes. De la multitudinaria Buenos Aires se traslada a su pueblo natal, y allí se reencontrará con su madre y con Camila, su hermana, con la que lo une una particular relación. Pero todo esto no le resulta suficiente.

De regreso a la gran ciudad, planea dejar un legado a la sociedad: asesinar a Jorge Rafael Videla. Su plan se va tornando minucioso y, en silencio, el joven sabe que no debe fallar en esa dura misión que se impuso como último tributo a su existencia.

Sobre la base de esta original trama, el director y guionista Nicolás Capelli logró un film tan duro como impactante. Con una cámara atenta a los gestos y a las emociones de Julián -una muy correcta labor de Diego Mesaglio-, el novel realizador supo imponerle a su película la suficiente fuerza para que la historia no decaiga en ningún momento, lo que logró con angustiantes climas.