Matar a la bestia

Crítica de Héctor Hochman - Revista Cartelera

Emilia (Tamara Rocca), de17 años, llega a un particular pueblo religioso en el limite entre Argentina y Brasil. Luego de la muerte de su madre, decide ir en busca de su hermano, a quien no ve hace demasiado tiempo y desconoce su paradero, el motivo es resolver un oscuro asunto del pasado.
Se aloja en la posada del monte de su extraña tía Inés (Ana Brun), donde según los rumores, hace una semana apareció una bestia.
Según dicen, esta bestia es el espíritu de un hombre malo que habita el cuerpo de distintos animales.
En un viaje en pleno despertar sexual, Emilia tendrá que enfrentarse a su pasado para matar a la bestia.
Entre lo real y lo mitológico, lo humano y lo animal, la culpa y lo sexual, Emilia buscará enfrentarse con su pasado.
Esto es lo que “reza” la síntesis argumental, de ahí a que la misma quede plasmada en la película hay una distancia que nunca se acorta en los 79 minutos, (hecho que se agradece), que dura el film.
De estructura narrativa clásica, la opera prima de la directora Agustina San Martin, intenta instalar interesantes metáforas en relación al cuento, en principio desde el espacio físico en que se desarrollan las acciones, un pueblo limítrofe entre Argentina y Brasil, además el limite entre la “civilización” y la selva.
Desde una lectura en relación a la estética impuesta, buscada, esto es la dirección de arte, la fotografía e incluso el diseño de sonido y la banda musical, exigua, pero esta se podría estar queriendo representar el limite entre la realidad y lo onírico, o si se quiere lo real y lo fantástico.
Pero no son mas que posibles interpretaciones, validas por cierto, pero que en el texto fílmico no esta representado, menos desarrollado, la falla entonces se encuentra en un guion bastante pobre y que la directora quiere suplir desde la imagen.
Que la joven este experimentando con su sexualidad, es la edad para hacerlo, que en esa búsqueda se encuentre con Julieth (Julieth Micolta) una joven un poco mayor, huésped de su tía, supuestamente definida sexualmente, que termina por seducir a Emilia, hecho que instala al filme en los parámetros actuales de lo políticamente correcto.
Que la bestia nombrada desde un principio quiera ser leído como el mundo de lo masculino, opresor, violento es arbitrario respecto del relato, no esta manifestado.
En un pasaje del filme la protagonista hace referencia a sus miedos a todo.
Unos de los puntos mas débiles del filme, ademas del nombrado guión, son las actuaciones, la protagonista permanece con el rostro y cuerpo imperturbable, sea la emoción y los sentimientos que parece querer mostrar, la nada absoluta. Casi lo mismo ocurre con Julieth, la que se despega de todo esto y demuestra capacidades histriónicas es Ana Brun.
Otros situaciones que dan la sensación de no tener en cuenta al espectador, en tanto respeto se plasma desde las imágenes y el montaje. Si para muestra basta un botón, una secuencia transcurre en la jungla durante la noche, la cámara realiza un travelling paralelo a las hojas de los arboles, como si fuese el punto de vista de alguien que transita por ese extensión física, hasta que se produce un corte y un contra-plano y vemos a Emilia, el problema es que este último plano es con luz día. Pero quien se fija en estas cosas de la continuidad narrativa.
Que se enfrente a la bestia, que en realidad desde el principio de relato sabemos que es un buey y a quien Emilia le dice ...“No te tengo miedo”….
Bueno algún cambio se produjo en el personaje, pero no lo hace creíble.
También queda en puntos suspensivos la razón del viaje, ¿El hermano? Bien gracias. El oscuro pasado a elaborar asimismo cayo en el olvido.
Todo esto hace que se vaya perdiendo el interés desde la narración o en la ausencia de esta, lo que la acerca al tan mentado, ponderado y sobrevalorado cine no narrativo.
Situación que se transforma en aburrimiento.