Masterplan

Crítica de Juliana Rodriguez - La Voz del Interior

El mejor amigo del hombre

Mariano tiene una vida tranquila: un trabajo, una novia, un departamento con dos plantas de marihuana, un par de amigos. Y un auto. Un Siam Di Tella que es la niña de sus ojos, que pule y cuida y saca a pasear como la mascota más querida. También tiene un plan, juntar un poco de plata para mudarse con su chica. Su cuñado le facilita el proyecto con una idea que parece más brillante que el capó del Di Tella: le pide Mariano la tarjeta de crédito, la explota para que luego él la denuncie como perdida. Pero las cosas se complican, Mariano se asusta y, por miedo a que alguien lo reconozca por la patente, decide abandonar a su auto de colección en una esquina y denunciarlo como robado.

Producida por Burman-Dubcovsky, esta comedia de los hermanos Pablo y Diego Levy combina lo mejor del humor judío de clase media porteña, cierta herencia de Woody Allen, un ritmo narrativo que recuerda a comedias del cine indie americano y una anécdota mínima, explorada en sus mejores posibilidades. El humor no está en gags estrambóticos sino en situaciones absurdas narradas con naturalidad y un tempo propio, que no se precipita, que no busca la carcajada anque al final la encuentre.

Párrafo aparte para Alan Sabbagh (este año, estuvo en Graduados) que interpreta al joven Mariano, un tipo simple, sin grandes ambiciones, que cuando decide infringir la ley se da cuenta de que no puede soportarlo. Así, con gestos mínimos, retrata a un treintañero que padece tanta paranoia como deseo frustrado. Las cosas no le salen bien y su gran crisis es la pérdida de su auto. Sabbagh se luce como un antihéroe cobarde y sensible, una especie de versión porteña de Seth Rogen (Ligeramente embarazada, Supercool).

La actriz Paula Grinzpan, que interpreta a su novia, suma con su trabajo al clima de monotonía y perplejidad ante las decisiones de Mariano y Campi cumple el rol de "actor de otro palo" (como Yayo en Fase 7, Emilio Disi en Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo) para crear al inspector de la tarjeta de crédito, un especie de Columbo, suspicaz y reservado.

A medida que avanza la trama y pasan los días, un homeless decide mudarse al Siam Di Tella, y comenzará con Mariano una relación cotidiana, mientras todas las demás estructuras de su vida apacible empiezan a desmoronarse. El vínculo entre Mariano y Andrés, mediado por el auto (objeto de afecto de uno y casa del otro) genera las más frescas escenas de humor, ligeras y logradas. No hay en esa relación ninguna intrepretación sociológica ni clasista, simplemente, un encuentro desopilante.

Aun con algunos cabos sueltos, el filme debut de los hermanos Levy los anuncia como una gran promesa de la comedia argentina, en la brecha que se abre entre los tanques comerciales de Suar y cierto cine con marcas propias y un humor distinto, en tiempos de escasez en el género.