Masterplan

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Cuando termino la proyección de este filme, que venía precedido de grandes elogios, alguien dijo, ya van a aparecer los que califiquen de excelente a semejante desperdicio.

Ni tanto ni tan poco. Es verdad que comienza por intentar ser un espejo en donde el argentino medio pueda ver reflejado sus propios deseos, sobre todo el porteño que se considera a si mismo como el “piola”

La pequeña estafa, o no tan pequeña, como es el poder utilizar lo que comúnmente se vive o se sufre a diario, pero en beneficio propio.

Mariano a punto de casarse compra la idea de su cuñado, entonces preparan un plan más perfecto que genial: el segundo utilizara la tarjeta de crédito del primero para comprar “Todo” antes que finalice el día. Mariano hará la denuncia de extravío o perdida de la misma para que nada se le pueda cargar a su cuenta.

Idea nada original, muy recurrente en las personas de clase media que por instancias de temor a la ley terminan por no llevarla a cabo.

Ellos si, pero los imprevistos ocurren y nada sale como se lo proponen. El miedo a ser descubierto, y tener que pagar por ese delito, lleva al personaje protagónico a una escalada de actos, uno más tonto que el anterior.

Es así que abandonando su auto a la vera de las vías de un ferrocarril lo denuncia como robado, un Siam Di Tella de colección en estado impecable.

Las mentiras tienen patas cortas, la única manera de alargarlas es con otras mentiras que sostengan la primera formándose una espiral acelerada imposible de frenar, algo así como asustar a un elefante para que empiece a correr. Paralo.

El punto que a partir de determinados detalles en la construcción del personaje principal es que todo lo que va sucediendo pasa a ser poco creíble, no sólo las acciones premeditadas por él, sino las que debe enfrentar a partir de esto, el acosamiento del inspector de la compañía aseguradora de su vehiculo, ¿Por qué?

Debido a la usurpación del vehículo por parte de un linyera, al haberlo dejado abandonado mucho más tiempo del necesario en el lugar menos indicado, y la relación que entabla y el mismísimo desarrollo del personaje del linyera y la relación que se establece entre ambos.

Sólo tiene algo de verosimilitud o de realidad la reacción de su novia al ver los desajustes en el comportamiento de Mariano, quien no actúa como siempre, lo que a ella se le aparecen los fantasmas de la infidelidad, con tal realidad como para que considere que no la ama tanto como a su automovil.

Los cionéfilos memoriosos, a partir del sólo detalle del aquí “auto robo” podrán hacer un paralelismo con el film protagonizado por Luis Brandoni allá por 1976, en el cual, entre otras cosas, le robaban su auto, un Citroen, casi una alegoría de la bicicleta del filme de Vittorio de Sica, “Ladrón de bicicleta” (1948).

Tanto en la genial realización del neorrealista italiano como como en “Juan que reía” (1976) de Carlos Galletini, el vehiculo era el sustento del sueño de una vida mejor, no era “onanismo barato”, símbolo y significante de una clase social. Juan podría vender más productos utilizando menos tiempo con su flamante o km. Por lo que el robo del que ambos son victimas, tanto para Juan como para Antonio, significaría el principio de la tragedia.

No funcionaban como lo hace aquí, como sustento de la estupidez humana a rajatabla, intentando enmascáralos como humor denunciante, apoyado en aquel falso axioma que reza que algo mostrado como un chiste puede tener efectos de naturaleza sería.

Esto de mostrar un arquetipo de manera graciosa, como para despertar conciencia, para hacerlo funcionar como tal debe producir una identificación con todos los espectadores, y esto no parece haberse logrado en este caso.

Un buen intento de cine nacional que al menos se aleja de la media actual, en franca producción de cine no narrativo, la mayoría por no saber “qué” ni “cómo” se hace En “Masterplan” se narra bien, sin grandes pretensiones.