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Crítica de Diego Curubeto - Ámbito Financiero

Competencia cada vez más televisiva

Está diseñado para un público acostumbrado a distintas variaciones de competencias televisivas. El resto puede deprimirse.

La estética es completamente televisiva, la música es la versión más pasteurizada de cualquier cosa cantada a capella, los chistes intentan ser picantes pero son tan obvios y repetitivos que a la tercera vez no logran arrancar ni media sonrisa.

Sin embargo la fórmula funciona, de ahí que la exitosa primera "Pitch Perfect" (estrenada en nuestro país como "Ritmo perfecto") tenga ahora su segunda parte, que propone más o menos lo mismo que el film original, pero con un tono aún más ruidoso y, si eso fuera posible, estética aún más televisiva-colorinche.

La película empieza con la agrupación de chicas universitarias de canciones "a capella", Las Bellas, haciendo un temible papelón en una actuación en vivo ante un público que incluye al mismísimo presidente Obama y su primera dama. El incidente ocasiona que la prensa especializada dedicada a los certámenes de este tipo insistan en que estas chicas cantan "por ser demasiado feas o gordas para ser porristas". Estos conceptos se repiten de manera no demasiado ingeniosa a lo largo de toda la historia, que le da a las chicas lideradas por la gordita Rebel Wilson (que actúa muy bien, y obviamente tiene los chistes más pasables, ya por su physique du rol) la oportunidad de redimirse y dejar de ser losers en una competencia internacional donde tienen como principal rival a un equipo de jóvenes alemanes aún más insípidos que ellas.

La productora del primer film, Elizabeth Banks, es ahora la directora de éste, diseñado a medida para un público cautivo acostumbrado a distintas variaciones de competencias televisivas con música pasada por agua, lo que convierte a la banda de sonido en una especie de sobredosis de canciones sin alma, aun cuando los principales temas están cabalmente armados desde un punto de vista técnico. Para el público desprevenido, el efecto puede llegar a ser muy deprimente.