Más allá del cielo

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Veo gente muerta

Zac Efron pierde a su hermanito en un accidente. Y lo sigue viendo.

En un paisaje paradisíaco, Charlie y su hermanito Sam disfrutan de correr carreras en un mar azul, con su velero. Y ganarlas. Ambos se llevan a las mil maravillas, hasta que por un infortunio, cuando Charlie manejaba una noche se produce un accidente automovilístico, y Sam muere.

Pasan los años, y aunque pareciera que no para Zac Efron, ahora Charlie trabaja cuidando las tumbas en el cementerio en el que Sam, su hermanito, está enterrado. El paisaje no es tan, tan paradisíaco como antes, aunque el cielo, donde debe descansar el alma del niño, esté dando vueltas por allí. Pero Charlie tiene la suerte, para alguno no será precisamente suerte, de ver a su hermano vivo . Y quiere cumplir la promesa de enseñarle a jugar al béisbol todos los días, a la hora del crepúsculo, allí, en el bosque.

La carrera de Zac Efron, de la primera High School Musica l a esta parte, no deja de sorprender. Porque tras actuar en Hairspray , un paso lógico en la comedia musical a punto de desligarse de la factoría Disney, hizo la comedia juvenil 17 otra vez y Me and Orson Welles , la excelente película de Richard Linklater, donde la película le pedía entregar algo más que una actuación convincente. Y Zac lo hacía.

Bur Steers, el director de Más allá del cielo , conoció a Efron cuando lo dirigió en 17 otra vez , así que se corría el riesgo de que ésta fuera otra película vehículo para afianzar la fama del joven maravilla. Pero no. El tono no es sencillo, Efron debe convencer de que Charlie es tierno, pero no está loco -aunque también vea vivo a otro amigo muerto en Medio Oriente-, al margen de mostrar sus músculos y el brilo de sus ojos celestes al borde del agua.

Por allí está Kim Basinger, como la madre de los chicos, aunque pronto desaparezca del mapa. Y la canadiense Amanda Crew, como el interés romántico de un muchacho mucho más interesado en ese lazo que no puede desanudar con su hermano. Un caso de diván, seguro, pero resuelto lejos de la psicología barata.