Más allá del cielo

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Solamente faltaba Bruce Willis

El titulo de esta nota no es un eufemismo ya que se aplica perfecto a este mediocre melodrama lacrimógeno para quinceañeras, con atajos sobrenaturales, para justificar lo injustificable: una penosa historia de fantasmas protagonizada por el carilindo Zac Efron. Como parte del relato de Más allá del cielo gira en torno al mundo de la náutica, podríamos decir que el film de Burr Steers (responsable de 17 otra vez) navega por las profundidades de la obviedad al utilizar la fórmula reiterativa de la culpa del sobreviviente que busca redención.

En este caso, la victima de semejante karma es Charlie (Zac Efron) que en plena etapa de crecimiento y vida exitosa sufre la pérdida de su hermano menor Sam (Charlie Tahan) -ambos eran muy apegados a partir de la muerte de su padre- tras un fatídico accidente automovilístico en el que el protagonista vuelve de la muerte luego de la resucitación de los paramédicos, encabezados por un avejentado Ray Liotta. Semejante golpe emocional lo condena a una vida gris como cuidador de un cementerio, salvo en los momentos de contacto con el espectro de su hermano menor, con quien juega al baseball todas las tardes. Esa atadura, a partir de una promesa, no le permite a Charlie avanzar y dar vuelta la página de su existencia hasta que se cruza en su camino Tess, una simpática y atractiva amante de los barcos a vela que lo vuelve a conectar con su antigua pasión.

La falta de tacto en la dirección y la superficialidad al abordar la temática de la relación entre los hermanos; el duelo de la pérdida y las segundas oportunidades son apenas un escollo en una trama repleta de diálogos explicativos, frases hechas y relato cursi que junto a los incontables segmentos donde la luz blanca invade la pantalla y a los primeros planos de Efron (para que suspiren las chicas y porqué no algún que otro chico) generan en cierto tipo de público la necesidad de pedir a gritos un salvavidas antes de que el velero Hollywoodense choque contra un iceberg de realidad.