Más allá de la vida

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Clint, como si nada hubiera sucedido

El nuevo film de Eastwood incursiona en el género fantástico a través de tres historias que se entrelazan y que giran en torno al tema de la muerte: un tsunami, un accidente y el don de comunicarse con el más allá.

Hace tiempo que Clint Eastwood está como despidiéndose. Lo atestiguan su adiós a la actuación en Gran Torino (2008), su último gran film hasta ahora, tanto como el tono crepuscular de varias de sus películas, donde no tuvo reparos en hablar (y hasta bromear) acerca de su edad avanzada. En este contexto, una película sobre la muerte parece ir en ese mismo sentido. Si no, es difícil de entender por qué realizó este proyecto que nada tiene que ver con su filmografía.
Más allá de la vida se compone de tres historias alternadas cuyo denominador común es la experiencia con la muerte. Una periodista francesa (Cécile de France) que sobrevive al devastador tsunami del Océano Índico de 2004, un psíquico norteamericano (Matt Damon) que rehúye a su don de comunicarse con los muertos y un niño inglés que pierde a su hermano gemelo en un accidente (ambos interpretados por Frankie y George McLaren). Una experiencia, en cada caso, que cambiará la forma de valorar y encarar la vida.
A pesar de que el tema amenaza con el abordaje místico, el comienzo es prometedor en la presentación de los personajes y hasta sorprende con la espectacular escena del tsunami, que Clint filma mejor que cualquier catastrofista profesional. Pero, claro, se trataba de hablar de la muerte o lo que habría después de ella, y aunque uno de sus protagonistas, justo el que puede comunicarse con los que pasaron al otro lado, reconozca sobre todo dudas, el film viene a comunicar certezas y privilegiar la postura de la periodista que, después de su ida y vuelta al más allá, arremete con un bestseller en plan Víctor Sueiro, donde pregona con fervor militante que efectivamente hay un más allá y que está bárbaro (aunque lo poco que se muestra es bastante vago y apenas interesante).
Era cantado que las tres historias iban a entrelazarse, el problema es que estos encuentros sean tan rutinario uno, como forzado el otro. Y está bien, Eastwood no es Coelho, y no va a caer tan fácilmente en la banalidad de la fábula con moraleja, pero en el final sí se deja ganar por la espiritualidad vaga y los lugares comunes acerca de que la muerte no es el fin. No siempre ofreció mensajes tan tranquilizadores, cabe recordar las palabras de su ex asesino en Los imperdonables (1992): “Es algo duro, matar a un hombre. Le quitás todo lo que tiene y todo lo que tendrá.”
Pese a los traspiés, a los 80 años, Clint sigue vivo y filmando, y dejando su despedida como director para más adelante. De hecho ya tiene nuevo film en producción (una biopic sobre Edgar J. Hoover) que, se espera, sí esté a la altura de su trayectoria. <