Martin Eden

Crítica de Mariana Mactas - TN - Todo Noticias

Basada en la novela autobiográfica de Jack London, la italiana Martin Eden, dirigida por Pietro Marcello, es una rareza y una proeza. Que navega su relato entre la narración clásica y la fragmentación posmoderna, sin perder intensidad. Por el contrario, la fuerza de esta historia no hace más que crecer, a medida que pasan los minutos. Es la de un joven y apuesto marinero, de origen humilde, iletrado, casi sin formación, que se propone ser escritor, embelesado por el mundo culto y burgués al que pertenece su enamorada.

Martin desea la cultura, el conocimiento, la soltura con que la joven aristocrática Elena Orsini (Jessica Cressy) pronuncia el francés, toca el piano y tiene el criterio suficiente como para percibir, rápido, que sus poemas ardientes necesitan más trabajo. Pero su deseo —de ella, de lo que representa ella, de su mundo “viscontiano” y de la posibilidad futura que se le abre al soñarse escritor— choca con su entorno. Una familia trabajadora, un padre duro, que se preocupa por el gasto de luz cuando lo ve leer, un barrio en el que la necesidad se da la mano con la agitación política sindical. Con las ideas del socialismo que también lo llaman, pero que no van a salvarlo. Para algo parecido debería quizá creer, al menos, en la lucha colectiva, antes que en la individual.

El extraordinario Luca Marinelli protagoniza esta historia, de compleja épica personal, sobre la novela de Jack London (Foto: prensa).
En el lenguaje del cine, con el trabajo impresionante de su protagonista, Luca Marinelli (que se llevó el premio al mejor actor en el Festival de Venecia, en 2019), Martin Eden se construye como una obra única y original, que fluye sin el lastre de la atadura al texto fuente. Larga, épica, abarcativa, cruza la peripecia de Martin con las convulsiones de la Europa del siglo pasado.

Pero son las cuestiones del alma angustiada de su protagonista, su exasperante inquietud, al borde de la desesperación, las que atraviesan la pantalla y conmueven. Su parábola atraviesa temas tan universales como contemporáneos: lo aspiracional, esa palabra de moda que a veces maquilla asuntos de clase; la vacuidad del éxito, la naturaleza del talento, la utopía de la movilidad o el ascenso, social o de otro tipo. No se la pierdan.