Marte necesita mamás

Crítica de Diego Martínez Pisacco - CineFreaks

Lo que necesita es un buen guión…

Marte necesita mamás fue la última producción iniciada por la ImageMovers antes de que la Disney anunciara su cierre definitivo en marzo de 2010. La compañía del viejo Walt había comprado en 2007 el Studio creado una década atrás por Robert Zemeckis y socios. Es casi tragicómico leer los argumentos oficiales de la Disney para decretar la bajada de persiana: detrás del palabrerío inútil se sobreentiende que los motivos reales están relacionados con que las películas cuestan mucho más de lo que recaudan. El canto del cisne de esta productora especializada en films animados con la técnica de captura de movimiento sinceramente no podía estar más fallido y confirma las sospechas agoreras de los dueños. Marte… tuvo un presupuesto de 150 millones de dólares y cosechó menos de 7 en su fin de semana de estreno. Los catastróficos números son lapidarios. No es el único responsable pero por su cargo en el Studio hay que decirlo: Robert Zemeckis nunca le encontró la vuelta comercial a sus productos. El expreso polar (2004), Monster House, la casa de los sustos (2006); Beowulf, la leyenda (2007) y Los fantasmas de Scrooge (2009) ya son historia...

En Marte necesita mamás el director Simon Wells y su mujer Wendy adaptaron sin mucho ingenio el libro infantil homónimo del autor e ilustrador ganador del premio Pulitzer Berkeley Breathed. El planteo es descabellado pero eso en sí no es forzosamente malo. El problema son los personajes que no funcionan como deberían y un humor raquítico que siempre se queda corto. La aventura dispara la imaginación de los niños pero sin el complemento estimulante de la comicidad la narración se desinfla sin remedio. Pixar es un buen espejo para esta clase de relatos. Simon Wells, pese a su experiencia en el campo, da la sensación de no haber visto en su vida alguna de las tantas películas del revolucionario Studio de John Lasseter…

Milo (Seth Green) es un niño de unos diez años que se enoja con su mamá (Joan Cusack) por castigarlo sin saber que esa misma noche una líder marciana (Mindy Sterling) ha decidido secuestrarla para extraerle todo su conocimiento en la crianza de niños y así programar a sus propias nannybots (niñeras robot). Al intentar detener a los captores Milo accidentalmente sube a la nave espacial y es llevado a Marte donde un adulto/niño humano llamado Gribble (Dan Fogler) lo ayuda a escapar. El resto de la trama narra los esfuerzos del dúo, a quien luego se suma la marciana insurgente Ki (Elisabeth Harnois), para rescatar a la mamá de Milo antes de que sea demasiado tarde…

Curiosa resulta esa sociedad netamente matriarcal que describe Wells en la cual los hombres son condenados a vivir en un planeta basura por ser “tontos y querer jugar y bailar todo el día”. Las mujeres son guerreras o científicas y no pierden su tiempo criando hijos. Si las criaturas recién nacidas –que emergen del suelo, no del cuerpo de las marcianas- son hembras se las entrega a los nannybots para que las eduquen. Si son machitos, en cambio, son arrojados al planeta basura para que los idiotas de los hombres se ocupen de ellos. Un panorama desalentador que Wells y compañía utilizan para entregar su mensaje: todo niño debe estar bajo los cuidados de una madre y un padre; mientras que el Amor es el ingrediente mágico que mantiene cohesionada a cada familia, y hay que ser extraterrestre para no verlo.

Para superobjetivo un poco básico, ¿no?

Desde un punto de vista cinematográfico Marte necesita mamás cumple con los mínimos rudimentos para entretener por su solvencia técnica y el poderío audiovisual que era de esperarse viniendo de Disney. Faltan los contenidos para enriquecer la simple anécdota elegida y sobre todo las emociones que involucren a chicos y grandes por igual. En materia de personajes insufribles Jar Jar Binks ya no está tan solo: el gordito Gribble se ha ganado su lugar con un histrionismo agotador. Viendo el making of que acompañan los créditos finales nos queda una certeza incontrastable: el equipo técnico y los actores se divirtieron mucho más que nosotros. Y bué, un despropósito más…