Marley

Crítica de Germán Arrascaeta - La Voz del Interior

El mito, al detalle

Antes que nada, una advertencia: este documental es largo, dura más de dos horas y es de lo más minucioso. Vale avisar por cuanto ha sido programado en algunas salas locales en horarios de trasnoche y será inevitable que, a la salida, el espectador se encuentre con la madrugada golpeándole la frente. Eso sí, tendrá la más completa aproximación al mito, el primero construido en la cultura rock desde el Tercer Mundo.

Marley es el tácito del párrafo anterior. Es el filme sobre la vida más que sobre la obra de Bob Marley que realizó el director Kevin MacDonald (El último Rey de Escocia), luego de que Martin Scorsese dijera "no" por problemas de agenda y de que Jonathan Demme dijera "paso" tras vivir algunos desencuentros sin retorno con los celosos guardianes del legado del músico jamaiquino. Les pongamos nombres propios a estos "ángeles": Rita Marley, primera esposa de Bob; Ziggy Marley, hijo de Bob y de Rita; y Chris Blackwell, propietario del sello Island y principal responsable del alcance global de la música de Bob. Fueron ellos, precisamente, quienes le permitieron a MacDonald contar con el "valor agregado" que en definitiva exhibe Marley en relación a otros documentales: las imágenes exclusivas, los testimonios de todos, la cronología exacta.

Por otra parte, el triunvirato permitió la revelación de datos no siempre funcionales a la canonización de Marley como "santo invicto", como un rasta de comportamiento ejemplar y sin ninguna agachada. En este punto, resulta valioso que se rescate el testimonio de Bunny Wailer en relación a la primera gira por Inglaterra, en la que The Wailers no percibieron haberes por cuanto se trató de una movida "promocional". "Como rasta, me parecía inconcebible esa jugada de un empresario babilónico. No la acepté y me fui; mis compañeros no razonaron como yo", dice Bunny a cámara, insinuando que Bob era un copado pero también ambicioso, y que tenía la palabra "éxito" entre ceja y ceja. No le baja el pulgar con idéntica fuerza a Peter Tosh, quien siguió de gira pero se bajó poco después.

También hay cierta condena por parte de su hija Cedella Marley, hermana de Ziggy, por considerar que Bob fue un padre ausente y no siempre adorable, con una llegada nula en cuanto estrella apetecible que puede terminar en pareja con una Miss Mundo (Cindy Breakspeare, otra de sus tantas mujeres y con aparente buena relación con Rita, tiene regulares aportes en la película), y en cuanto rasta sin respeto hacia la institución matrimonial, que terminó sus días con 11 hijos de siete relaciones distintas.

El resto del material sí tiende a exaltar la figura de Marley atendiendo todas las instancias de su curva existencial: su conflictiva vida de niño mestizo (padre inglés y blanco, madre jamaiquina y negra, separados por una importante diferencia de edad); su tránsito del campesinado al gueto urbano de Trench Town, en Kingston; sus despertar musicale y progresos sostenidos; su éxito puertas adentro; su autoexilio en Estados Unidos; su éxito puertas afuera; su nuevo autoexilio a Inglaterra, ya como estrella de rock; sus sueños concretados como tocar en África; su capacidad para pacificar a una Jamaica convulsionada (haciendo caso omiso, incluso, a que fue víctima de un atentado), y así hasta que el cáncer lo consumió.

McDonald ha logrado imprimirle ritmo al muestreo de la gran cantidad de información acumulada, y ha optimizado los audios de entrevistas históricas a Marley para contextualizar cada capítulo de esta vida fascinante. Vida fascinante que merecía una aproximación definitiva como ésta.