Mariposa

Crítica de Sofía Lara Gómez Pisa - A Sala Llena

Un bebé aparece en el medio del campo. La imagen vibra. Luego otro bebé aparece en el campo y vemos una mariposa. Una de las bebas, al parecer, es adoptada por un matrimonio que tiene un hijo; en la otra versión, la niña crece junto a su madre. La mariposa del título de la película aparece aquí como señal de una transformación que llevará a Romina, Mariela, Germán y Bruno a conocerse en dos tiempos, siendo siempre los mismos actores los que protagonizan estos encuentros en clave doble.

Mariposa es el cuarto largometraje de Marco Berger, el cual -armado alrededor de la temática del primer amor y los primeros ardores- nos encontrará en un juego de simetrías y paralelismos que se repetirán todo el tiempo, marcando el tempo y la originalidad de la obra y funcionando a veces como un déjà vu. En el film Berger se arriesga, cambia como la mariposa lo indica, y la lineal secuencia de amor se convierte en otra cosa: hablamos de una película sobre vidas paralelas donde los vínculos más íntimos y la homosexualidad de sus personajes son moneda corriente. Las relaciones son tratadas, además, desde una sensibilidad única que -a base de planos detalles y primeros planos- resuelve todo el problema del erotismo.

La película lleva prendida cierta nostalgia: en la historia paralela Romina (Ailín Salas) y Germán (Javier De Pietro) pueden finalmente concretar su amor. En la otra vida son hermanos pero esto tampoco parece producir el menor efecto en ellos. Lo que está destinado a producirse, finalmente se produce. El fatalismo está dado. Estos personajes de pueblo que recuerdan a La Ciénaga (2001) comparten la misma forma de paralelismo de algunas obras de horror como La Habitación del Niño (2006), de Alex de la Iglesia (pero sin el terror, por supuesto).

¿Qué sucede con los caminos que no tomamos? ¿Qué haríamos si fuéramos otros? La historia se abrirá, como las alas de una mariposa, y desplegará en total seis parejas que irán encontrándose y desencontrándose en el tiempo… algo le debe a El Efecto Mariposa (2004), tal vez más bien el nombre y el “efecto”, y no tanto la trama o moraleja. El guión apunta a extremar la atracción sexual de los personajes como forma de ir incrementando el suspenso. Es la mariposa la que logra, en una hora y 43 minutos, tener a los espectadores al filo de lo que pasará, tejiendo una dramatización compleja que habla de un buen trabajo de Berger, de los actores y del cine argentino.