Mariposa

Crítica de Lilian Lapelle - Cine & Medios

Un pueblo en dos dimensiones

La película plantea una realidad con dos versiones diferentes; en la primera, una madre abandona a su beba y esta es adoptada por un matrimonio que tiene un hijo; en la otra, la niña crece junto a su madre, pero con el tiempo volverá a cruzarse con esas tres personas, en otras circunstancias.
Ambas historias se desarrollan en el mismo pueblo, con los mismos escenarios e imágenes, y a través de un prolijo montaje las dos se intercalan, juegan y nos muestran a Romina (Ailín Salas) y Germán (Javier de Pietro), quienes en una realidad crecen como hermanos, y deben lidiar con un deseo que no puede concretarse. Junto a ellos están Bruno (Julian Infantino) y Mariela (Malena Villa), sus amigos o parejas, según en cual realidad se encuentren.
Pocas palabras, pero muchas miradas, gestos, manos que se acercan y nos muestran el despertar sexual, la energía, las tensiones y las relaciones entre estos cuatro personajes, que en dos estadíos diferentes experimentan los mismos deseos.
La historia está filmada de modo simple, retratando situaciones cotidianas y explotando la naturalidad de los actores, aunque por momentos los silencios son muy largos, y los interpretes no siempre tienen la expresividad suficiente para sostenerlos, por lo que algunas escenas se tornan un tanto monótonas y predecibles.
Basada en el concepto de "efecto mariposa" la película nos plantea dos realidades, en una el deseo entre los protagonistas es socialmente aceptado, en la otra no. Cambiando piezas de lugar, la historia muestra una relación desde dos lugares diferentes, juega con las realidades y los tiempos, y de esa forma hace que nos planteemos no solo qué es real y qué no, sino también porque algo puede concretarse, y por qué no.