Mariposa

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Historia marcada por la sexualidad

Hay que estar muy atento para no perderse en la enmarañada trama de Mariposa, la película más arriesgada y estilizada hasta la fecha de Marco Berger, una vuelta de tuerca interesante dentro de una filmografía que se va consolidando y es muy apreciada en el circuito de festivales internacionales (la película fue exhibida en el Festival de Berlín, donde el director había sido premiado por Ausente, largo de 2011).

Berger usa como punto de partida la famosa teoría del caos (la que dice que el aleteo de una mariposa puede generar un caos en el otro extremo del planeta) para elaborar una historia marcada por el sinuoso deseo sexual de sus protagonistas y los imprevistos del azar. Hay un inicio que se bifurca, con una beba que su madre conserva en una línea del relato y abandona en el otro. La escena se desarrolla en un bosque, algo que ayuda a cargarla de un misterio que la película sostendrá hasta el final. A partir de ese comienzo ambiguo, trazado con la lógica del doppelgänger (el doble fantasmal de alguien, una figura común en las historias fantásticas), Mariposa se enfocará en el destino de esa misma chica, pero en dos versiones que se entrecruzan y de algún modo se complementan, gracias a un mecanismo de relojería que Berger trabaja a la perfección apoyado en un riguroso montaje.

Romina (Ailín Salas) y Germán (Javier de Pietro) son hermanos y tienen pareja, pero es evidente que existe algo más entre ellos. Al mismo tiempo, la otra Romina (otra vez Salas, pero teñida de rubia) y Germán (de nuevo Di Pietro, pero con barba y pelo más largo) son amigos, pero también la tensión sexual flota en el ambiente cuando están juntos. Los otros personajes que participan en la historia son Bruno (Julián Infantino), novio de Romina que coquetea abiertamente con Germán y finalmente tendrá un romance con otro chico, y Mariela (Malena Villa), pareja de Germán en las dos historias. Los vericuetos de la trama son muchos (Berger ha citado a otras películas laberínticas -Los amantes del círculo polar, Reencarnación y La doble vida de Verónica- como influencia), pero la clave del film quizás esté en otro lugar: en los dilemas morales que plantea la historia y el omnipresente clima erótico que la tiñe, una auténtica especialidad del autor.